Saber tapizar es un conocimiento muy valioso para hacer frente a la crisis, y aquí tenemos un ejemplo excelente. Nuestra amiga Pequena23 fue capaz de restaurar sillas viejas desvencijadas y achacosas, transformándolas en adornos preciosos. ¡Un proyecto doblemente atractivo, porque es uno de los primeros realizados por la artista!
Aunque ella se declara ignorante en temas de bricolaje, hizo punto por punto lo mismo que habría hecho un experto en el tuneo de restaurar sillas viejas. Veamos de cerca todo el proceso, que para nuestra amiga resultó algo laborioso, pero también desde luego plenamente satisfactorio por el resultado final. "Hace unos meses encontré al lado de un contenedor cuatro sillas", cuenta Pequena2. "Dos estaban aparentemente aprovechables y a las otras dos les faltaban algunas piezas, por lo que las dejé abandonadas".
Aquí vemos una de las dos que recogió para hacer el trabajo de restaurar sillas viejas. "Parece que no están muy mal, pero no hay que fiarse de las apariencias, a las sillas, como a otras cosas, no hay que mirarles sólo la cara. Mirad como tenía los bajos. Guapos, ¿no os parece?, y muy interesantes. Toda una obra de ingeniería, seguro que un puente no lleva tantos refuerzos y tan variados, tenía listones de 4 cm de espesor y clavos de 8 de longitud, además de cuerdas, alambre y no sé cuantas cosas más".
"Empecé quitando toda la ferretería que tenían dentro para ver su estado y evaluar los daños, y el trabajo que necesitaría. Después del proceso de adelgazamiento pude comprobar en una de las sillas que algunas piezas de refuerzo de las patas estaban partidas, pero por lo demás no tenían más problemas", explica Pequena23.
"Se puede ver las piezas rotas o que le faltaban, son las que sujetan o refuerzan el asiento al respaldo. Eran unas piezas parecidas a un rombo redondeado, le hice todas con unas maderitas que tenía".
Y, con toda valentía, "desmonté las sillas y la volví a montar con la cola correspondiente".
En este paso nuestra amiga emplea el recurso de las gomas que explicamos en este reportaje. "Para que se quedaran bien fijas y encoladas las até con gomas de las que llevamos en el coche, pulpos creo que se llaman. Bueno, con pulpos, y cuerdas, y también para conseguir que quedaran prietas usé todos los artilugios a mi alcance".
Ahora dio comienzo la fase más ardua para nuestra amiga: "Lijé las sillas, y lijé, y lijé, aquello no tenía fin, el dichoso barniz rojo no había manera de quitarlo, y de hecho no lo pude quitar del todo. Después y ya cansada de lijar le di varias manos de imprimación, porque el tinte rojo salía a través de la imprimación y quedaba un tono rosa de lo más cursi".
"Cuando conseguí que estuvieran blancas, empecé con la pintura, dos manos con su lijada correspondiente.
Para acabar le puse pátina a la cera gris".
Llegamos por fin al proceso de tapizado. "Hice el asiento con cintas, una lleva cintas de las de las persianas, pero como no tenía suficiente para las dos y tenía unas ganas locas de terminar, hice la otra con cinta de rieles".
"Quedó resistente y bastante bien", dice la artista satisfecha.
"Hice un patrón del asiento para cortar la espuma. Lo cubrí con muletón para que quedara más curioso".
"La tela la corté tomando como patrón la tela vieja", señala Pequeña23.
Finalmente, la artista dejó el tapizado impecable con un galón gris, pegado con adhesivo térmico.
"Ha sido un trabajo bastante duro, pero creo que ha merecido la pena", concluye nuestra amiga. Arriba puedes ver la silla antes y después de su labor. ¿Qué te ha parecido?