Para dar con la solución correcta en cada estancia, simplemente es necesario seguir unos consejos básicos, con los que se logrará fácilmente el efecto deseado, además de dar vida a tu casa con un amplio juego de colores.
Espacio y luminosidad
Uno de los espacios que requieren aportar una mayor sensación de amplitud es el pasillo. Para lograrlo, sólo hemos de utilizar el blanco o el ocre para las paredes y pintar el techo en tonos más oscuros. Esta técnica también es adecuada para bajar visualmente los techos; en cambio, si el color del techo es más claro que el de las paredes, el efecto será el contrario.
En la ampliación visual de una estancia pequeña, lo más apropiado es elegir colores claros; serán especialmente idóneos el blanco, azul y verde. Si el efecto que se busca es alargar una estancia cuadrada, la solución es pintar de un tono más oscuro dos paredes opuestas. Lograremos un resultado original si pintamos en un tono liso tres de las paredes de la estancia y la cuarta en tonos más oscuros (reducirá visualmente el tamaño) o claros (se lograría lo contrario), utilizando técnicas como el estucado o la pintura con esponja.
La claridad es un factor esencial en cualquier pieza de la casa. Los claros o pastel aportarán más luz a las diferentes salas que los más oscuros: la luz se refleja mejor cuanto mayor es la cantidad de blanco que posee el color.
Los colores y los estados de ánimo
La elección de los tonos más oportunos para cada estancia depende de las actividades que realicemos en ellas. En los dormitorios es importante crear ambientes relajados, que inviten al descanso, así como en despachos o bibliotecas, para crear un clima tranquilo. Para ello utilizaremos la gama de fríos como azules, violetas y el verde, o cálidos, en su variante pastel, como el salmón o el amarillo.
Los cálidos, como el rojo, naranja, amarillo o salmón, invitan a la actividad y son aptos para la cocina o el salón. Aportan vitalidad, pero han de emplearse con cuidado y mesura, ya que corremos el peligro de recargar demasiado la habitación.
Los colores también tienen la peculiaridad de proporcionar diferentes sensaciones de temperatura, efecto producido por los distintos niveles de absorción de la luz. Si deseamos crear un ambiente más calido, los tonos elegidos serán ocres o rojos y si se trata de una habitación calurosa, optaremos por grises o azules.
El blanco, una apuesta siempre segura
El color más recurrente en la decoración es, sin duda alguna, el blanco, que destaca por su sencillez y elegancia. Si se trata de aportar luminosidad y agrandar espacios, es el tono que mejor lo logrará. Además, combinará a la perfección con todo tipo de mobiliario y textiles. Sin embargo, no todo son ventajas, ya que las paredes parecerán más desnudas que al emplear otros colores; por ello, es imprescindible cuidar al máximo la decoración y los detalles.
Al contrario de lo que se pueda pensar, el blanco no presenta una tonalidad única, sino que posee toda una gama con diferentes matices, desde los que se acercan a los grises hasta los que se caracterizan por sus tintes azulados. Para aportar un toque personal, puede añadirse una cenefa de papel pintado o incluso empapelar la parte inferior de la pared.