Aprender sobre la técnica de ensamblar es un método que debemos investigar antes de cometer cualquier error. Puesto que, uno de los cambios decisivos en el bricolaje moderno es el abandono del clavo en favor del tornillo. El tornillo ha desplazado prácticamente a los clavos que nuestros padres y abuelos empleaban sistemáticamente. Antaño los talleres de carpintería compraban puntillas y clavos por kilos, y los tornillos eran una rareza. Hoy la situación se ha invertido.
El éxito del tornillo se debe a varias ventajas. Primero, la unión es mucho más sólida que la unión con clavos. Segundo, la colocación permite emplear herramientas eléctricas no peligrosas, de modo que el montaje de un mueble, antaño fatigoso y con riesgo de lesiones, es casi un pasatiempo. Y finalmente, la unión es reversible: el tornillo puede sacarse de la tabla con menos trabajo aún que al insertarlo.
La forma de los tornillos
Los tornillos son unos cilindros generalmente metálicos (de hierro, acero, latón o hierro galvanizado) que se componen de dos partes: por un lado, nos encontramos con la cabeza, que es más ancha y puede ser redonda. Ésta presenta una ranura o una cavidad estrellada, que permite introducir el tornillo con el destornillador, o bien cuadrada o hexagonal, en cuyo caso se enroscan con llave.
El cuerpo suele ser alargado y, en algunos casos, cónico; puede ir fileteado en toda su longitud o sólo en la punta. Los tornillos que tienen el cuerpo cónico son más arduos de introducir, pero tienen una ventaja y es que resulta mucho más difícil arrancarlos. De ese modo, los ensamblajes quedan más fuertes y seguros.
El atornillador eléctrico
El tornillo tal como lo conocemos hoy día existe desde que fue diseñado en 1841 por el famoso ingeniero inglés Joseph Whitworth. Por ello, deducimos que su enorme expansión actual se debe al atornillador eléctrico, el electrodoméstico rey del bricolaje, y a la fabricación masiva de muebles para el montaje casero, de la que IKEA es el representante más popular.
Para no agrietar la madera al introducir el tornillo, conviene hacer previamente un taladro, de menor calibre que el tornillo, y hasta la mitad de su longitud. El avellanado, además de procurar un fino acabado, reparte mejor la presión de la cabeza, contribuyendo a evitar grietas. Finalmente, dado que algunos atornilladores tienen considerable potencia, es aconsejable completar a mano las últimas vueltas en los tornillos cercanos al borde.