El Belén napolitano de este reportaje es un deslumbrante ejemplo de las calidades alcanzadas por aquellos especialistas. Es original del XVIII napolitano, y estuvo durante generaciones en el palacio de una familia aristocrática. El dueño actual, un prestigioso anticuario sevillano, lo ha montado amablemente un mes antes de Navidad en exclusiva para nuestros lectores.
Observemos la asombrosa perfección de las figuras. Su tamaño es mayor del que tienen habitualmente los belenes, diferencia que también experimentan los muebles antiguos y otros elementos como puertas y ventanas, debido a la amplitud de las casas señoriales. Este Belén napolitano fue creado para adornar una mansión palaciega.
Los Reyes y los tres pajecillos son del siglo XIX, también fabricados en Nápoles. El resto es original del siglo XVIII. Curiosamente, las figuras del Nacimiento se fijaban al escenario, probablemente para preservar las exquisitas tallas de roturas por caídas fortuitas. También ayudaba a la preservación el material elegido, la madera. Por ambos factores, las extremidades aparecen completas, sin faltar ni un dedo, aunque la porción más antigua del conjunto ha cumplido probablemente los 250 años.
Los personajes del Misterio, junto con los dos pastores y el ángel de la parte superior, están anclados en el portal.
Las ricas vestimentas se bordaban a mano, con la minuciosidad y el rigor que los artesanos empleaban en los ornamentos de las iglesias. Como era también habitual en la pintura del barroco, los atuendos de los personajes no corresponden a la Palestina antigua, sino a la ciudad de Nápoles y su entorno en aquel tiempo. Los Reyes Magos visten por ello como los ricos mercaderes de la Italia barroca.
El ángel de la parte superior es una pieza magistral, que imaginamos fácilmente en la portada de un disco de música religiosa. Los colores complementarios azul y amarillo le dan una presencia muy llamativa, y los pliegues de las telas se conseguían mediante un proceso químico parecido al almidonado. La talla en sí es por lo demás una soberbia escultura.
Detalles en la vestimenta de los Reyes. Los llamativos turbantes, ribeteados con diminutas perlas, muestran una confección exquisita. Las espadas son de metal finamente labrado.
En este plano de la pastora se aprecia que los brazos eran articulados, gracias a un sencillo mecanismo de alambre y estopa, de modo que podían cambiarse las actitudes de los personajes. Los finos detalles de costura en el delantal corresponden a una visión idealizada de los personajes humildes, común en todas las manifestaciones del arte barroco y neoclásico.
Desde el Renacimiento, los nobles y los ciudadanos acaudalados pagaban a los artistas para 'salir' en los cuadros y los relieves de las iglesias, representando a personajes de las Escrituras. La costumbre se extendió a los prodigiosos belenes napolitanos, por ello muchas figuras que se conservan hoy día son retratos en miniatura de personajes ilustres de la ciudad en aquella época.
Las cabezas, ya se hicieran en barro cocido o en madera, muestran una asombrosa perfección en los detalles y un dominio técnico magistral.
En los tres pajecillos vemos la misma perfección, tanto en la talla y la ropa como en el fino trabajo de pintura en los rostros.
Vista posterior del Rey Baltasar, con su brillante capa azul y su señorial turbante.
Dejamos el plano final al gran protagonista del Nacimiento, el Niño Jesús. En las manos de la Virgen y San José, admirablemente talladas, percibimos toda la maestría de aquellos artistas napolitanos.
Agradecimientos: Montelongo Antigüedades. Álvarez Quintero 15, Sevilla.