Reparar una mesa vieja es para muchos aficionados el mejor momento de las vacaciones es la visita al derribo. Los derribos son comercios que venden muebles antiguos sin restaurar, tal como han salido de trasteros, desvanes, buhardillas y sótanos, después de años de abandono. Dada la pasmosa variedad de cachivaches que albergan estos almacenes, seguro que encuentras allí un mueble que te enamore.
Tales enseres nos ofrecen un rato de agradable distracción, mientras nos esforzamos en reparar una mesa vieja y después un sustancioso ahorro, ya que conseguiremos a bajo precio un adorno que a menudo tiene gran calidad, oculta bajo el polvo y los estragos. Un ejemplo es la mesa de este reportaje, que estuvo largos años en el sótano de una farmacia, donde soportó vertidos abrasivos y la desconsiderada acumulación de fardos.
La mesa tiene cuatro patas, de las que hemos desarmado tres, dejando una sin desmontar. El motivo es que el ensamble fue reforzado en algún momento con clavos, y quitarlos podría ocasionar una holgura de difícil solución
Podemos apreciar el deterioro en la superficie de nuestra mesa, tras unos cometidos muy alejados de la apacible vida propia de tan elegante mueble. Por suerte, nuestro atento examen no descubre grietas, hongos ni otros daños de envergadura.
Las patas exhiben también un aspecto muy avejentado. Con frecuencia son los elementos que reciben peor trato con el correr de los años, por los involuntarios golpes de las personas y otros continuos percances, incluyendo mordiscos de perros y arañazos de gatos.
Una vez seleccionados los utensilios idóneos, comenzamos la limpieza en toda la superficie. Lo hacemos primero a mano, con un papel del número 220, hasta verificar en todo el círculo de madera que el tratamiento es adecuado y no dañará la parte más visible del mueble.
A continuación, dado el considerable tamaño de la mesa, optamos por seguir la tarea con la lijadora eléctrica. Le ponemos un papel de lija nuevo del número 180, y efectuamos un lijado completo de toda la mesa. Trabajamos en círculos, pacientemente, y sin apretar: el peso de la herramienta es suficiente.
Para la segunda sesión empleamos directamente la lijadora eléctrica, poniendo ahora un papel de grano más fino. Por supuesto, realizamos todo el trabajo de lijado con una mascarilla adecuada, que nos evitará inhalar cualquier polvo tóxico.
El borde de la mesa es la parte más dañada, junto con las patas. Tiene numerosas mellas, arañazos y muescas que sería imposible subsanar por completo. Lo lijamos a mano extremando la precaución, con papel de lija 220 y después con lana de acero.
Un requisito importante es quitar el polvo con un paño limpio, al tiempo que lijamos. Tras finalizar la primera fase, limpiamos la mesa concienzudamente con un paño que no suelte pelusa, impregnado en esencia de trementina..
Mientras seca la esencia de trementina con la que hemos limpiado el polvo, comenzamos el lijado de las patas, a mano. Tendremos cuidado de no limar los cantos redondeados: la pata es cuadrada por arriba y las aristas se van suavizando, de modo que la base es cónica.
Como vemos, después del lijado persisten los arañazos y muescas en las patas. Para muchos anticuarios estos defectos embellecen el mueble, y son un rasgo de autenticidad.
Hemos completado una primera sesión de lijado, eliminando gran parte de la suciedad y de las manchas. Aquí vemos los utensilios de lijado que hemos aplicado sucesivamente a la mesa: por orden de uso, tacos de lija, lija de papel, lijadora eléctrica y lana de acero.
La madera presenta una superficie extremadamente reseca, como un terreno agostado por una larga sequía. Decidimos por ello elaborar una cera natural, que será tan nutritiva para la madera como una loción hidratante para una piel quemada por el sol.
Hemos fundido al baño María cera de abeja, cera carnauba y parafina, para mezclarlas después con esencia de trementina al 80%. Así conseguimos un acabado artesanal llamado pátina de anticuario, muy beneficioso para la madera.
Probamos con cautela nuestra cera artesanal en las patas, menos comprometidas que la parte superior de la mesa. El resultado es satisfactorio, las patas ofrecen un agradable tacto sedoso y un brillo acaramelado.
En esa proporción de ingredientes, el producto tiene la consistencia de una pomada, y lo aplicaremos con facilidad mediante una muñequilla de algodón, que no suelte pelo.
El efecto de la pátina artesanal es inmediato. La tabla reseca absorbe rápidamente el producto, ofreciendo un agradecido color de madera noble. La buena calidad de nuestro mueble es indudable, y nos felicitamos por la compra.
Completamos la tarea dando brillo a la cera con una gamuza. Nuestra labor ha dado mejores frutos de los que pudimos soñar cuando descubrimos en el almacén la avejentada mesa, arrumbada entre viejos trastos cubiertos de polvo.
Y por fin, tras volver a montar las patas respetando la colocación original, he aquí el resultado. Un trabajo sencillo y al alcance de cualquier aficionado, que sólo precisa cuidado y perseverancia.