La plegadera se llama en inglés bone folder, sea del material que sea, porque tradicionalmente se fabricaba con hueso (bone). Hay aficionados a la encuadernación que se fabrican sus propias plegaderas, y lo hacen con madera, otro material que da buenos resultados. Así lo hemos realizado también nosotros, aprovechando el trabajo para investigar el montaje de objetos con dos maderas diferentes, una labor muy gratificante. !Vamos a verla en detalle!
Estas labores de humilde ebanistería, tan entretenidas, nos permiten además sondear las características de otras variedades de madera sin apenas gasto. De esa forma podremos conocer maderas realmente exóticas, ampliando nuestros recursos y conocimientos de bricolaje. Siempre es bueno salirse de los caminos trillados, lo que en nuestra afición significa dejar a un lado el consabido pino. ¡Lancémonos a flirtear con el mongoy, con la bubinga, con el granadillo, con la caoba! Las plegaderas son el mejor pretexto para un oxigenado paseo por los bosques del ancho mundo.
Recordaréis que hace poco hablamos del cuchillo de tallar madera, y lo probamos con varios listones de diferentes árboles. Hemos llevado las piezas a un almacén de carpintería, a fin de cortarlas a lo largo rápidamente y sin esfuerzo. Aunque la plegadera es un trabajo manual, ganamos tiempo encargando los cortes en un taller con maquinaria. Ello nos evitará muchos sudores en verano, sin reducir en absoluto la categoría artesanal del trabajo.
En pocos minutos conseguimos la materia prima apta para la manufactura.
El carpintero amablemente nos ha cepillado a máquina las tablillas, dejándolas casi perfectamente planas. Tras un suave lijado, las limpiamos con trementina, y pasamos al encolado. Es la fase crucial de la tarea, y se requiere una presión bien fuerte. Empleamos las mordazas caseras que ya sabemos fabricar.
Pasadas 24 horas empuñamos nuestro fantástico cuchillo 'uña de oso', de fabricación sueca, y procedemos a desbastar las piezas, rebajando los bordes. En este reportaje explicamos el manejo del utensilio, que nos tiene realmente fascinados.
Por razones puramente estéticas, hemos elegido varias combinaciones de maderas para hacer otras tantas plegaderas, aquí vemos la de bubinga y palo rojo.
El modelado prosigue con las limas; en primer lugar la escofina, para después continuar con las limas de textura fina. Vemos en la imagen varias plegaderas en bruto: en primer término la de palo rojo y mongoy, mientras esperan turno otras dos, la de bubinga y palo rojo, y la de bubinga y mongoy.
Además de la dureza, requisito obligado, cada variedad tiene sus características propias, que afloran con la aplicación de los sucesivos utensilios empleados. Para los amantes de la madera, descubrir estas cualidades supone un auténtico saboreo.
Proseguimos dando forma al utensilio con las lijas. Utilizamos una gama muy completa, empezando por el grano 50, después el 100, luego el 220, para completar la primera fase con el papel de número 400. Es preferible actuar con prudencia, sin eliminar madera en exceso, por lo que después del primer pulido volvemos a desbastar con las limas, y repetimos el lijado. Con la práctica, esto nos lleva poco tiempo.
En la imagen apreciamos la perfecta unión de las dos maderas conseguida mediante el encolado, gracias a una presión no ya fuerte sino casi implacable.
La medida que hemos dado a nuestra plegadera es de 7 pulgadas, unos 18 cm, siguiendo la tónica de los fabricantes anglosajones.
Después de hacer la punta, reanudamos el lijado, ya sólo con papeles de grano 400 y superiores, hasta pulimentar bien toda la superficie y afilar la punta. Esta fase del trabajo la haremos con guantes de vinilo o de látex, para no manchar la madera con el inevitable sudor.
Hacemos ahora un rebaje en un lado del extremo opuesto a la punta, para que la palma de la mano tenga un asidero cómodo. De nuevo empleamos sucesivamente el cuchillo, las limas y los papeles de lija. Este detalle se realiza en un momento.
Sólo queda recortar un poco el extremo, lo que permitirá hacer otra labor típica de encuadernación, y ya tenemos acabada nuestra primera pieza, en palo rojo y mongoy. ¡Es un utensilio realmente bello, que nos ha entusiasmado fabricar! De modo que sin dilación alguna continuamos el trabajo con las otras variedades, resueltos a descubrir la plegadera perfecta.