Tallar madera con un cuchillo es una labor sosegada y apacible, que tiene la virtud de quitar el estrés, haciendo que nos olvidemos de las preocupaciones. Se parece mucho al cepillado, una actividad artesanal en la que vamos alisando la tabla, entre sensaciones muy agradables: el olor de las virutas, el tacto tan especial de la madera, el rumor de la herramienta pasando una y otra vez...
Además de los beneficios psíquicos, tallar madera con un cuchillo nos permite conocer muy estrechamente las cualidades específicas de las distintas maderas, como la dureza, la textura del grano y el comportamiento ante el lijado. El cuchillo es como una sonda para ampliar nuestros conocimientos, y familiarizarnos así con otras variedades que más adelante podremos utilizar en la fabricación de muebles y adornos.
Esta labor resulta muy grata en los días calurosos del verano, cuando no nos apetece realizar trabajos de mucho esfuerzo físico, como cortar madera con la sierra. Tallar madera con un cuchillo es una actividad que tiene milenios de historia, seguramente anterior a la carpintería, y ofrece seducciones muy especiales. Trabajando una madera de calidad con un buen cuchillo nos sentimos artesanos al momento, una pretensión sin duda bastante desatinada, pero que nos infunde entusiasmo y nos ayuda a aprender.
Hemos adquirido en nuestra tienda de confianza un cuchillo sueco, de la marca Mora, y varios trozos de maderas diferentes para hacer los primeros ensayos. Son listones de sección cuadrada, presentados en unas medidas aptas para los trabajos pequeños, como bolígrafos y plumas. Tenemos bubinga, palo rojo y mongoy; la tienda ofrece otras muchas variedades, que ya iremos probando. Estas tres las escogimos un poco a voleo, por su color, por su aroma, o por simple capricho.
Los cuchillos de talla tienen la hoja pequeña con respecto al mango; el modelo típico recibe el nombre de uña de oso, bear claw, por esa forma tan peculiar. Observaremos que el mango parece muy cómodo, un factor importante ya que el cuchillo es una herramienta pensada para manejarla continuamente durante horas, no es como las sierras que se utilizan unos minutos. El mango se revela muy pronto como pieza esencial de la herramienta. Ni que decir tiene que la hoja es aún más importante; las mejores son de acero al carbono, un tipo de acero que no es inoxidable, pero a cambio permite un afilado de máxima calidad.
Antes de lanzarnos a fondo con nuestro flamante cuchillo sueco, hacemos un breve test con la cuchilla de modelismo. Es un práctico utensilio desde luego, que hemos utilizado con frecuencia para estas labores. Pero después de probar el deslumbrante fichaje, ya no nos conformamos con sucedáneos.
Empezamos por el sapelli, madera de textura muy fibrosa que no permite mucho lucimiento, de modo que la descartamos. Observemos la posición para trabajar: el pulgar, que parece temerariamente situado cerca del filo, en realidad sirve de freno. Incluso cuando la hoja resbala y salta, aunque estemos tirando con energía la detendremos en seco. Es la postura clásica de los tallistas, común a los artesanos, a los marineros y a los jornaleros de campo, se adopta por instinto.
La forera Sonata se burlaba amablemente del 'recato' apreciado en las pequeñas virutas, y, como es una experta consumada en todo lo relacionado con la madera, ponemos más arrojo y decisión en los cortes.
En muchos casos, la tarea se facilita apoyando la pieza en algo firme. Incluso el propio cuerpo del tallista, la pierna o el torso son buenos ayudantes. Trabajar una materia viva como es la madera reclama una concentración continua, y muy satisfactoria. Como si tuviéramos una lupa, poco a poco vamos descubriendo las cualidades de los diferentes árboles. En nada se parecen la fibra hirsuta del mongoy a la dureza frutal del palo rojo, o a la firme cohesión de la bubinga.
Comprar pequeñas cantidades de maderas diferentes nos permite ensanchar nuestros recursos. Por muy poco dinero conocemos otras variedades, que más tarde quizás nos apetezca ver en un mueble, una caja, un marco. Este trabajo en pequeñas dosis es una magnífica escuela de ebanistería.
La escofina, la lima y el papel de lija son complementos imprescindibles del cuchillo. El pulimentado de la superficie es muy deseable, ya que la madera permite acabados tan absolutamente lisos como un plato de cerámica, algo de gran lucimiento en trabajos ornamentales.
Incluso tallar algo tan básico y simple como una plegadera de encuadernar nos ha parecido una labor verdaderamente satisfactoria. Sólo falta aplicar un producto de acabado, como la cera natural o el aceite de tung, para poner de relieve toda la incomparable belleza de la madera. ¡Anímate a conocer esta relajante y deliciosa afición!