No sabemos si se aprecia en la foto anterior la cantidad de muescas y marcas de polilla, tratadas en su mayoría, que traía la cómoda. Sus dueños fueron avisados con antelación de que no desaparecerían con el lijado, aunque tampoco lo querían. Lo que si hicimos fue intentar igualar la superficie, sobre todo para que la pintura, acrílica mate, agarrase y cubriese desde el principio lo máximo posible. ¡Manos a la lijadora!
Ya hemos comentado en otras ocasiones que tenemos la suerte de poder lijar fuera del taller, en un pequeño jardín privado. Hay que sacar el mueble a pulso y recorrer un buen trecho cargando con él; no es tarea fácil, pero nos ahorra tragar polvo un rato..., amén de evitar la suciedad que genera. Las excursiones se prolongaron por tres días; mueble va, mueble viene, hasta dejarlo, incluido el espejo, tal y como veis abajo.
Perfecto para recibir la pintura.
Por dentro la combinamos con otra más clara que encajaba estupendamente con el papel que más tarde decoraría el interior.
Y que aquí veis, en pleno forrado de cajones.
Un lijerísimo lijado en las zonas de roce, a petición de sus dueños, y un par de manos de barniz, dejan el mueble irreconocible...
¿A que sí?
Entregamos este trabajo el 31 de julio... Tenerlo a tiempo, antes de las vacaciones, fue un auténtico maratón. Así que, a modo de homenaje, aquí que nos hemos "retratao", porque nosotras lo valemos...
La cómoda gustó mucho a sus dueños, y a la espera estamos de que nos envíen foto en su ubicación definitiva...
Con este precioso azul, nos despedimos hasta el lunes, con nuevas imágenes e historias.
¡Feliz fin de semana!