Muy pequeños, pero capaces de llamar la atención. Tanto por fuera como por lo que contienen dentro.
Lo primero fue decidir qué guardaba en ellos. Tenía un paquete de té. En el envoltorio de plástico ponía: "Té de las mil noches". Algo así no puede andar rodando por un cajón. Especialmente si está tan bueno como éste.
Para evitar equivocaciones, que luego todo el té parece igual metido en un bote tapado con tela, decidí hacerle una etiqueta. Lo mismo mi mente tiene asociaciones un poco extrañas, pero las etiquetas tenían que llevar azulejos azules y blancos. En las mil noches seguro que hay algún palacio lleno de azulejos sino me parecía muy aburrido.
Y junto al té, la sal. Ésta es de color rosa.
La forma y el color son casi hipnóticos. Estaba metida en un bote de plástico que no dejaba ver lo que había dentro. Aunque en la tapa ponía: Sal del Himalaya. ¡Esto hay que exhibirlo!
Así que etiqueta y un poco de cuerda. Éstas quería que quedaran muy pixeladas para tratar de dar un efecto de mosaico.
Y para terminar algo dulce: tarros para para mermelada de fresa.
Mañana os cuento para qué quiero tanto bote. Este post participa en el macro de los jueves de Nika Vintage. Os recomiendo una vueltecita por su blog y todos los que participan.