Cuando nos compramos nuestro primer piso, con veintimuypocosaños, a mí, que ya me entusiasmaba la decoración, me pareció una oportunidad increíble para poner en práctica todas las ideas que había ido viendo en las revistas de decoración. Hasta entonces mi madre me dejaba decorar a mi gusto mi habitación, pero de repente tenía...¡¡un piso entero!!...para dar rienda suelta a todas las fantasías decorativas que tenía en la cabeza.
¿Y qué pasó?. Pues que en alguna cosas metimos la pata, jaja, como no podía ser de otra manera. Y una de ellas fue al poner una mesa de centro bajita, de cristal, con una balda en la que coloqué revistas y otros objetos de decoración y que quedaba monísima pero que estaba siempre llena de polvo. Además en aquél piso no teníamos calefacción, con lo cual nos pasábamos el invierno arrebujados en las mantas de los sillones, muertos de frío y viendo el polvo de la mesa de centro, xD. Un desastre.
Entonces decidí volver a una costumbre muy arraigada en mi familia y que no aparece nunca en ningún artículo de decoración: la faldilla y el brasero. Un poco modernizado, eso sí, porque encargué al carpintero una mesa cuadrada de 1 x 1 metro y, en vez de brasero, un radiador para evitar descuidos.
El problema estaba en que la mesa era muy funcional pero muy fea: la parte de arriba de DM, las patas torneadas y muy altas.... Durante el invierno da igual, porque siempre está vestida con una faldilla bien gorda, que es la delicia de mis hijos; pero cuando llega el verano (y aquí el verano es de órdago) tenía que seguir vistiéndola con una faldilla finita, que en realidad lo que hacía era ensuciarse y molestar. Así tenemos el comedor en invierno:
(Éste es el pañito que se ve encima de la mesa, es muy antiguo y tengo que llevarlo a restaurar a algún sitio, porque yo no sé hacerlo, pero mientras lo disfrutamos en invierno):
Así es que decidí hacer un dos x uno y encargué al carpintero unas patas de madera de haya con un diseño bonito. Al mismo tiempo pinté el tablero de la mesa, para poder dejarla sin vestir, únicamente con el cristal encima.
Las patas me las hicieron en madera de haya natural, sin ningún tratamiento, y con una altura de 60 cm, un poco más bajas que las de invierno. Las teñí en tono roble claro y luego dos manos de tapaporos para proteger de la limpieza.
El trabajo en el tablero fue muy delicado, porque el DM es muy poroso y se estropea con la humedad. Era imprescindible dar una buena capa de tapaporos, para poder pintar, pero al mismo tiempo el tapaporos podía estropear la superficie del tablero si lo empapaba. La solución fue utilizar un tapaporos al disolvente e ir aplicándolo casi a pincel seco, una y otra vez, esperando a que se absorviera bien cada pasada, para que no se empapara. Al final conseguí tener todo el tablero protegido para poder pintar.
De base di una mano de pintura negra a todo. Los laterales los dejé así, en negro, y la encimera la pinté haciendo una mezcla de colores que me gusta mucho y que he utilizado en más ocasiones (en este taburete pinté las patas con esta técnica). Se trata de mezclar pintura de color rojo, amarillo, ocre... y al final ligeros toques de turquesa y verde, para imitar el óxido.
Cuando toda la pintura está húmeda se van dando toques con un trapo húmero, haciendo que se mezclen los colores y que aparezcan otros tonos intermedios. Además las arrugas del trapo también quedan su marca y el resultado es muy, muy vistoso.
Un detalle de cómo quedan las esquinas con la combinación pintura negra-pintura roja-madera teñida:
El salón queda así durante el verano:
Dos veces al año, a principios de verano y de invierno, mi hijo se encarga de cambiar las patas para adaptar la mesa al clima. Aunque sólo son dos veces, él refunfuña diciendo que estamos "todo el día" cambiando patas de mesa jaja.
Ama sieeeeempre está en el medio para ver lo que se cuece:
Ahora tenemos mesa de invierno, con faldilla y radiador, en la que nos encanta meternos los días de frío (a pesar de la calefacción, que ya sí tenemos jaja); y mesa de verano, sin vestir y un poquito más baja para acceder desde los sofás.
Espero que os guste. Y os agradezco muchísimo todas las muestras de apoyo de la semana pasada, ya tengo casi curado el ojo y muchas ganas de volver a la normalidad.
Besos y hasta la semana que viene.
Montaña.