El método de ensayo y error es la mejor vía para resolver infinidad de pequeños dilemas constructivos en nuestro Belén de navidad. Y los inventos que demuestren mayor eficacia quedarán en nuestro bagaje técnico para los años sucesivos. La clave está en recortar y pintar; de esa forma infinidad de objetos domésticos se convertirán en piezas válidas para el Belén.
Aquí vemos la casa completa, fabricada con armazón de poliestireno extrusionado y revestimiento de escayola. Un buen comienzo, que debemos completar con suculentos detalles para crear la ilusión de una verdadera casita de la antigua Palestina. Examinaremos diversos complementos, en los que hemos procurado buscar adaptaciones sencillas, convincentes y baratas
La terraza era un espacio de gran importancia en aquellas viviendas. El clima caluroso y las calles estrechas generaban una intensa vida social, al abrigo de toldos y sombrajos. Hemos decidido poner una rústica baranda de troncos, que se obtiene con varillas redondas de madera sometidas a un entusiasta proceso de raspado con cepillos de alambre, y posterior tinción. Unas muescas con el cúter darán la deseada irregularidad, para asemejar las varillas a troncos enteros de árboles.
Aquí vemos un detalle de los troncos ya montados como baranda. Uno de los dos fue rebajado con la lima redonda, a modo de ensamble, para robustecer la unión. El montaje se hizo con adhesivo de cianocrilato, y el hilo de guarnicionero sirve de envejecida cuerda. Dicho hilo se utiliza para coser el cuero y va encerado, por lo que resulta de muy cómodo manejo, hasta el punto de que podemos ‘atusarlo’ después de varias vueltas sin necesidad de hacer nudos.
Esta pieza de color terracota ha quedado muy decorativa, pero su verdadera función es anclar la baranda. La hicimos con un trozo del mismo poliestireno de los muros, recortado y pulido a manera de contrafuerte. El agujero para embutir el tronco hasta unos 2 cm se practicó con el extremo de una broca calentada al fuego. La pieza va pegada en la pared con cola blanca, y, para afirmar el palo, echamos en el agujero una pasta adhesiva elaborada con cianocrilato y azúcar. En el extremo opuesto de la terraza hay otro contrafuerte idéntico.
Pasamos a examinar el imprescindible toldo. Los postes laterales van pegados al suelo de la terraza con cianocrilato, y necesitábamos mayor solidez para evitar una posible rotura, por el trasiego de poner y quitar figuras en un lugar tan protagonista. De modo que añadimos unas varas, en apariencia destinadas a sujetar el toldo, pero que realmente sirven para dar solidez a los postes verticales. Las varas son palos de pinchitos, clavadas en una ‘viga’ también de poliestireno. Los extremos de fuera se recortaron, y cada palito va fijado al tronco horizontal con una gota de cianocrilato.
Detalle de las ‘varas’ para el toldo, que van pintadas con un tinte de zapatos. El conjunto de los siete apoyos, montados en la forma que hemos explicado, proporciona a la estructura la deseada robustez.
La madera de las cajas de fruta ha sido un excelente suministro para realizar las puertas y ventanas. Después de algunos tanteos, nos decidimos a emplear los travesaños del fondo. Tienen la aspereza, la tosquedad y el grosor ideales para dotar a nuestra casita de una carpintería recia, a tono con la tradición belenista.
El resultado es plenamente satisfactorio. Incluso mirada de cerca, la ventana parece un elemento que ha sido largamente trabajado para envejecerlo, cuando nos hemos limitado a cortar, teñir y pegar con cola. Los agujeros de las grapas se encargan de simular los resinosos nudos de la madera. Después de aplicar un tinte para madera, repasamos antes de que secara con tinte de zapatos marrón oscuro, a pincel seco.
Y con el mismo material hicimos la puerta, en un típico diseño muy belenista. Para el color definitivo pensamos que, tal como hoy día, la gente en la antigüedad cuidaría con especial esmero la puerta principal de sus casas. Por ello aquí hemos teñido las tablillas de las cajas de fruta en un tono más claro que el de las ventanas, para sugerir limpiezas y encerados frecuentes.