Además, cuando elegimos algo como la placa, tenemos que valorar varias cuestiones: el tipo de fuente de energía, el precio, la limpieza, el estilo, el hueco... Así, vamos a ver las diferentes opciones:
1.- Placas de gas. Son las tradicionales, y también las mejores para cocinar a fuego lento. Pueden estar formadas por diferentes fuegos de distintos tamaños y potencias, y nos permiten controlar por completo el fuego y el calor al cocinar. Además, son válidas para cualquier tipo de sartenes y ollas, y son mucho más baratas.
Por el lado contrario, son menos ecológicas y eficientes, y además son más inseguras, pues no solo podemos quemarnos, sino que existe el grave problema de dejar el gas abierto por un olvido. Por su parte, son mucho más complicadas de limpiar.
2.- Vitrocerámicas. Entre sus principales ventajas se encuentran la eficiencia, la fácil limpieza, la superficie plana (lo que hace que los recipientes estén mucho más estables y resista mucho más peso), la seguridad... Sin embargo, por el lado contrario, son mucho más caras (aunque el gasto se termina amortizando) y solo permite el uso de recipientes con bases planas.
De este modo, podemos hablar de vitrocerámicas radiantes, rápidas, halógenas y de inducción.
3.- Placas de inducción. Se basan en la última tecnología, y son más rápidas, seguras y eficientes. El calor se genera de forma inmediata, y es más segura, puesto que el calor solo se transmite a través del recipiente. Por su parte, son muy fáciles de limpiar.
Por el contrario, con más caras que las demás, y están limitadas a recipientes de base plana y que incluyan material ferromagnético (no podemos usar cerámica, aluminio o vidrio).
4.- Placas dominó. Son un tipo de placa perfecta para cocinas pequeñas, ya que ocupan poco espacio y no tienen marco. Se trata de placas modulares, que se pueden combinar entre sí (inducción con vitro, por ejemplo).
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