Los megalitos están extendidos por toda Europa. Algunos alcanzan enormes tamaños. El más grande de los menhires conocidos se encuentra en Locmariaquer (Bretaña Francia): la «Piedra del Hada», que mide 20,30 metros de altura y pesa más de 300 toneladas.
Dolmen de Cauria, en Córcega.
En casi todas las regiones del mundo se encuentran menhires y dólmenes. Pero son particularmente numerosos en el noroeste de Europa (Bretaña, Inglaterra, Irlanda), donde fueron erigidos durante el neolítico por los pueblos celtas.
Los menhires (del bretón men, piedra, e hir, larga) son unos grandes bloques de piedra, hincados verticalmente en el suelo y que a veces miden más de 10 metros. Suelen formar alineaciones (Carnac) o estar dispuestos en crómlechs, es decir, en círculos (Stonehenge, en el sur de Inglaterra). Algunos están toscamente tallados en punta u ornamentados con dibujos geométricos.
Los dólmenes (de dol, mesa, y men, piedra) están construidos con una inmensa losa horizontal que se apoya en dos o en varios bloques verticales. A veces aparecen tan juntos que forman una «avenida cubierta».
Orígenes mal conocidos.
Los menhires y los dólmenes han sido agrupados por los arqueólogos bajo la denominación general de megalitos (del griego, megas, grande, y lithos, piedra) o de monumentos megalíticos. Así se habla de civilización megalítica. Los medios empleados para manejar unos bloques de piedra tan colosales (a veces de más de 300 toneladas) implican conocimientos técnicos muy avanzados y siguen siendo para nosotros un misterio.
Estos monumentos que se encuentran en Dinamarca, en Suecia, en Noruega, en Córcega, en Cerdeña, en Sicilia, en España e incluso en Asia, permiten seguir el avance de las migraciones humanas al final de los tiempos prehistóricos. No hay duda de que en Europa, fueron introducidos por los iberos llegados desde la región española de Almería.
Los tres alineamientos de Carnac (Bretaña) datan del neolítico y se extienden a lo largo de 4 km (grupos de Mènec, de Kermario y de Kerlescan) y constan de 2934 menhires y dólmenes.
En 1862 se descubrieron bajo un túmulo unas cámaras funerarias que contenían collares de hueso y hachas planas de piedra pulimentada.
Se supone que estos megalitos, asociados al culto de los muertos, tendrían una función religiosa o funeraria. Sin duda se erigían para honrar la memoria de los difuntos o para servirles de sepultura. Debajo de algunos dólmenes se han encontrado objetos y armas, que probablemente fueron enterrados junto con algún muerto. Hay quien opina que los dólmenes pudieron ser usados como mesas de sacrificio.
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