La afición por los belenes está resurgiendo en los hogares españoles. Muchas familias viven con especial ilusión la tarea de montar el Belén, costumbre que reúne a niños y mayores en tardes apasionantes de intensa actividad. Resulta sencillo distribuir cometidos al alcance de todas las edades, organizando un animoso equipo de trabajo.
Hemos decidido sumarnos a la entrañable tradición, construyendo una típica casita popular. Utilizaremos el poliuretano extrusionado, material que descuella como absoluto protagonista en el belenismo: es muy ligero y resistente, se corta con un cúter, y admite variados revestimientos, como papel maché, escayola o pintura de fachadas.
La tarea se divide en tres fases: construcción, escayolado y complementos decorativos. Damos comienzo al proyecto realizando numerosos bocetos en papel milimetrado, hasta decidir las proporciones de altura y anchura, y situar puertas, ventanas y otros elementos constructivos. Hemos trazado un esquema sencillo y habitual, basado en un prisma, que se prolonga en una amplia terraza. Aquí tenemos el material listo para ejecutar la primera fase.
El poliuretano extruido se emplea como aislante de muros y tabiques, y se vende en los almacenes de construcción en planchas de unos 0,6 por 1,40 metros, con variados grosores. Hemos escogido el panel de 3 cm, idóneo para una casita que tendrá medio metro de fachada. Cada pieza cuesta alrededor de 5 euros, y con una sola podemos fabricar varias viviendas del pueblecito, o el castillo de Herodes. Con ayuda de la escuadra y el cartabón trazamos las ventanas y puertas.
La regla de metal es compañera imprescindible del cúter. Trabajaremos la plancha de 3 cm con un movimiento parecido al de cortar pan.
En poco tiempo recortamos el ‘kit’ completo de la casa. Las diferentes puertas y ventanas tienen la misión de dar interés a todos los cerramientos, sin perder la modesta línea de aquella arquitectura. Es muy conveniente marcar las piezas conforme a un esquemático dibujo, también numerado, para evitar confusiones en el montaje.
Muchos expertos belenistas utilizan cola de carpintero para ensamblar las paredes, pero nosotros hemos preferido el adhesivo específico de poliuretano que emplean los instaladores. El motivo de nuestra elección es que dicho pegamento tiene buen agarre inicial, al revés que la cola, de modo que podemos seguir trabajando sin esperar a que las uniones hayan secado. Y además facilita la construcción individual, sin ayudante.
Reforzamos la adherencia inicial del adhesivo con un truco muy belenista: los palillos. Igual que las mordazas en carpintería, sirven para afianzar la unión mientras el adhesivo seca. Una vez consolidado el adhesivo, no retiramos los palillos, sino que los cortamos a ras de muro, dejándolos embutidos como sujeción adicional.
La madera proveniente de las cajas de fruta ha prestado magníficos servicios en dos momentos de la tarea, el constructivo y el decorativo. Los refuerzos de los ángulos, sin necesidad de retoque alguno, pasan directamente a consolidar el armazón de la casa, tal como hacen los carpinteros en algunos elementos, como las galerías de cortinas. En este caso sí hemos recurrido a la cola de carpintero
La extensa terraza albergaba una intensa vida social casi todo el año, en poblados de calles estrechas con un clima muy caluroso. Otro rasgo que da mucho sabor es la cúpula; por aquel tiempo no habían llegado a la antigua Palestina, pero es un toque muy atractivo, y nos unimos encantados a los miles de belenistas que cada Navidad incluyen esta ‘licencia poética’. A falta de poliuretano más fino, hemos completado el diseño de la cubierta con una pieza de contrachapado.
Estas ventanas dan mucho atractivo a las casitas del Belén. Tras el vaciado inicial, completamos poco a poco la forma alternando un cúter fino y papel de lija.
Y abordamos el revestimiento con escayola, etapa algo delicada por la rapidez del fraguado. Haremos de una sentada cada lado de la casa, trabajando con decisión. Una vez disuelta en agua la escayola, la vertemos con cuidado y alisamos la capa con las manos. Cuando haya secado, lijaremos los surcos y relieves abruptos. Por muy bien que lo hagamos, a esa escala será evidente el trabajo manual, que da encanto y verosimilitud a las humildes casas de Belén.
Los cargaderos y dinteles se obtienen de la misma plancha, y los hemos lijado antes de montarlos para que ofrezcan un perfil envejecido y algo tosco. Evitaremos cubrirlos con escayola, para que luego resulte fácil rayarlos con la punta de un lápiz y un cepillo de alambre, de modo que parezcan viejos maderos agrietados.
Dejamos la escayola secando 24 horas, tiempo en el que podemos abordar los elementos de carpintería, también con las cajas de fruta recicladas. Nuevamente empleamos la plancha de corte, la regla de metal y un cúter bien afilado para recortar las diversas piezas. En próximos reportajes iremos viendo detenidamente cómo se realizan los accesorios decorativos, el capítulo más entretenido para un aficionado a las maquetas.
Después de instalar puertas y ventanas, y poner la baranda rústica, hecha con una varilla de madera que hemos lijado, arañado y teñido, montamos una celosía, añadiendo finalmente los imprescindibles toldos y cortinas orientales de rayas. El conjunto pesa poco más de un kilo. La casita está terminada, y ya podemos depositarla cuidadosamente en su parcela del Belén.