Para restaurar un maniquí no es necesario que sea una experta en arreglos. Les comento que un buen día, evacuando chismes de la buhardilla, descubro encima de una rinconera este viejo maniquí, olvidado como el arpa de Bécquer. Lo pongo junto con un batiburrillo de trastos en un contenedor de obra, y en ese momento llega una simpática vecina, arqueóloga y gran experta en manualidades: "?Por qué tiras esa pieza tan estupenda? Anda, coge el maniquí que vamos a hacerle un tratamiento fácil pero muy lucido, ya verás cómo queda".
Si queremos Restaurar un maniquí lo primero que debemos hacer es ponerlo en su trípode para estudiar sus posibilidades. El foam que lo recubre está muy castigado con restos de pintura y manchas, pero el cuerpo parece en buen estado, no presenta al tacto bollos ni roturas. Igual que una vieja mesa de madera, con una esmerada sesión de cuidados el maniquí puede quedar como nuevo.
aRápidamente lo "desollamos" y descubrimos la causa de su ligereza, lo cuál nos ayudaba a restaurar el maniquí con mayor facilidad: el maniquí es una carcasa de poliéster armado con fibra de vidrio. Una superficie muy buena como soporte, que puede trabajarse de muchas maneras. Nuestra amiga y su hija, también arqueóloga, conocen bien las resinas de poliéster, que permiten a muchos museos exhibir reproducciones de valiosas piezas antiguas. Aquí palpan el relieve para detectar restos de adhesivo del foam: con el tiempo ha amarilleado y se confunde con el soporte.Aquí podemos ver de cerca el armazón de poliéster con fibra de vidrio (las astillas blancas) un material muy duro y ligero, que se utiliza para hacer cascos de embarcaciones. Además de su dureza, la resina de poliéster es muy resistente a la corrosión, de modo que podemos utilizar un disolvente universal para limpiarlo.
Con un paño de algodón nuestra amiga María quita los restos de adhesivo. Observaremos que se ha puesto un "mono de trabajo", y ha sacado el maniquí a la terraza, no porque vaya a utilizar productos tóxicos sino para ver el trabajo con luz natural. El primer paso del remozado es pintar el maniquí. María ha escogido un esmalte acrílico de color rosa suave, que usará sin rebajar. Antes lo mezcla a conciencia con un palito.
Con un paño de algodón nuestra amiga María quita los restos de adhesivo. Observaremos que se ha puesto un "mono de trabajo", y ha sacado el maniquí a la terraza, no porque vaya a utilizar productos tóxicos sino para ver el trabajo con luz natural. El primer paso del remozado es pintar el maniquí. María ha escogido un esmalte acrílico de color rosa suave, que usará sin rebajar. Antes lo mezcla a conciencia con un palito.
Para pintarlo empleará una paletina de tamaño medio, un buen tamaño de pincel que permitirá pintar el torso rápidamente. María empieza pintando desde arriba. Podemos ver las típicas picaduras en la superficie, causadas por burbujas en el molde al verter la resina. Conseguir un vertido sin burbujas es el caballo de batalla del poliéster, exige esmeradas imprimaciones y un atento vibrado. Aquí podemos ver el nuevo aspecto que va cobrando el viejo y desechado maniquí. Como de costumbre, Coco vigila la nueva bricotarea con enorme interés.
La primera mano se ha completado y dejamos secar según las instrucciones del fabricante. Igual que suele pasar con la madera, el aspecto es desigual y tosco, pero con la segunda capa de pintura mejorará sustancialmente. Inés, la hija de María, da la segunda mano. Durante el secado, ha tenido la precaución de tapar el bote de pintura, y meter la brocha en una bolsa de plástico tras mojarla en disolvente. Así quedará flexible y lista para usar de nuevo, aunque pasen varios días. Tal como pronosticaban nuestras amigas, después de la segunda mano el maniquí ha mejorado sustancialmente. Con esto podría ya hace de percha decorativa en cualquier dormitorio, pero María tiene un plan más ambicioso.
Acabada la fase de pintura, el elemento decisivo en la restauración van a ser estos "cromos" ingleses, muy parecidos a los que usaban para jugar las niñas de su generación. María empezará a cubrir el maniquí desde abajo, utilizando primero los cromos de mayor tamaño. Antes de pegarlos, los selecciona y los presenta para conseguir un conjunto armonioso. Para pegar los cromos está utilizando una cola especial para manualidades, con muy bajo contenido de agua para que el papel de los cromos no se arrugue.
"Es como un jardín", dice María, "se empieza plantando las especies mayores, árboles y arbustos. Ponemos primero los cromos grandes, y los pequeños irán rellenando huecos. Hacerlo al revés da mal resultado". Una vez colocado en su sitio el cromo, hay que alisarlo con un paño para quitarle arrugas, pompas y cualquier anomalía: pronto se gastarían con el rozamiento dando lugar a roturas.
Observaremos tras alisar que todavía se aprecian algunas pequeñas arrugas, pero desaparecerán al secarse la cola. "Es importante", dice María, "componer pequeñas escenas con los dibujos, tratar de que el maniquí esté salpicado de pequeñas historias. Es más divertido hacerlo, y también mirarlo después".
En un descanso ponemos el maniquí en su soporte, y nos quedamos atónitos. Parece mentira que esta elegante pieza sea el viejo trasto que llevaba tantos años arrumbado en la buhardilla.
Hay que procurar no dejar huecos vacíos, ni tampoco que los cromos se pisen unos a otros. Para eso tenemos dibujos de todos los tamaños, que con paciencia y buen hacer formarán un colorido mosaico. El cuidado y el buen gusto de María van dando lugar a una pieza realmente encantadora. "El color de la pintura puede escogerse para que haga juego con la pared o los muebles cercanos, yo los he hecho rojos, negros... El rosa me gusta mucho, es muy alegre y luminoso".
Es importante elegir una buena cola, y repasar cada dibujo con el trapo después de ponerlo. El secreto es conseguir un acabado perfectamente liso, de modo que los dibujos parezcan hechos sobre el mismo maniquí. Como vemos, los cromos grandes, medianos y pequeños se integran en un animado "paisaje", absolutamente único e irrepetible.
María está dando los últimos retoques a su pieza. "¿Ves? Te dije que era un estupendo maniquí. ¿No sería una pena que hubiera acabado en un vertedero?". Desde luego que sí.
¡Y listo! Qué maravilloso trabajo ha hecho nuestra amiga, sólo falta darle un barniz especial de manualidades, que preservará los dibujos muchos años. Gracias, María, por esta lección magistral.