Los materiales que necesitamos son: un cristal nuevo del mismo tamaño que el marco (quitándole unos 2 ó 3 mm, el espacio necesario para que quepa en el hueco libre después de aplicar la masilla), tenazas, espátula, papel de lija, junquillos de madera, sierra de ingletear, masilla de cristalero, aceite de linaza, puntas y martillo.
Retirar la pieza rota
En primer lugar, han de quitarse los junquillos que mantienen sujeto el cristal. Usaremos una espátula o cualquier otro instrumento que pueda hacer palanca. Probablemente estos finos trozos de madera se romperán, por lo que después tendremos que colocar otros nuevos.
El siguiente paso es retirar el vidrio dañado; lo haremos con cuidado para evitar cortes: aunque unas pinzas son la herramienta ideal, también unos guantes fuertes son muy efectivos para realizar esta tarea. A continuación es imprescindible eliminar todos los restos de masilla antigua raspándola con la espátula o un cincel, ya que, de lo contrario, el nuevo cristal no encajará bien. Se repasará la superficie con un papel de lija para lograr que quede lisa. Además, si aún quedan puntas, han de sacarse con las tenazas.
Colocar el nuevo vidrio
El marco se cubrirá con una mezcla de partes iguales de aceite de linaza y esencia de trementina. Esta solución tiene la función de nutrir la madera. Cuando esté seca, se procede a colocar la masilla en el área donde se colocará el cristal; debe extenderse de forma homogénea, ya que de lo contrario el vidrio no encajará bien. Éste se instala en el hueco, asegurándolo bien sobre la capa de masilla.
Para una fijación segura, es necesario colocar nuevos junquillos. Éstos son molduras de madera con forma de un cuarto de círculo. Se venden en listones, por lo que es necesario serrarlos según la medida del hueco. Con la sierra de ingletear se cortan los extremos hasta formar un ángulo de 45º, para unir las cuatro piezas de madera que sujetarán el vidrio. Una de las partes planas de la pieza se coloca sobre el cristal y la otra se apoya en la madera que forma el cuarterón.
El paso final es fijar los junquillos; una vez que hemos situado todos, deben unirse a la estructura. Para garantizar la sujeción pero sin que se note demasiado, se utilizarán puntas de cabeza perdida. Éstas se clavarán en la parte redondeada del junquillo, de forma oblicua, hasta que se introduzca en el marco del cuarterón. Es importante hacerlo de forma suave, ya que un golpe excesivamente fuerte podría romper el cristal. Para rematar el trabajo, se pasa la lija por la superficie que se ha tratado, (así eliminamos las pequeñas astillas que hayan podido quedar a la vista) y se pintan los nuevos trozos de madera.