Nuestra lectora Yenai, que está haciendo un curso de restauración, dio el visto bueno a un escritorio antiguo francés que había gustado a su marido en un desembalaje. Yenai tuvo la excelente idea de plantarse con el mueble en el taller del curso, para trabajar bajo la supervisión de su maestro. Veamos paso a paso el admirable trabajo de la artista.
El deterioro más importante que presentaba el mueble parte del escritorio antiguo era que faltaban muchos fragmentos del chapeado. Ello se había procurado disimular con ‘apósitos’ de cera, en color rosado.
Yenai comienza retirando los herrajes y desmontando el interior. Para reforzar el chapeado, que estaba hueco en algunas zonas, inyecta cola de conejo (muy diluida) con una jeringuilla. Después realizó el minucioso decapado, rascando también los pegotes de cera con un bisturí.
Para resanar con chapa nueva de caoba, debemos recortar y sacar plantillas de la nueva chapa, y pegar los trozos con cola de conejo haciendo coincidir la veta en lo posible. “En los cantos se deja sobrante para luego recortar, limar y lijar”, indica Yenai.
La superficie presentaba infinidad de muescas, así como algunas grietas. Tras consultar a su profesor de restauración, Yenai decidió taparlas con pasta de madera, barnizar, y finalmente completar el arreglo con lo que ella denomina ‘reintegración pictórica’: colorear con témperas imitando las vetas.
Así queda la madera pintada. Previamente, nuestra lectora ha barnizado con muñequilla y goma laca, añadiendo polvos de piedra pómez en algunas manos para cerrar el poro de la madera.
Según el profesor, un mueble de caoba y palo santo debe tener un acabado muy brillante. El gusto moderno es diferente y a Yenai no le convence demasiado el brillo, pero de todas formas respeta el consejo del profesional. Por ello, después de pintar aplica sucesivas manos de goma laca.
Los herrajes ya pulidos y barnizados ofrecen un aspecto inmejorable. Yenai ha utilizado una pulidora, después de una primera limpieza manual.
El mueble ha recuperado su belleza original, a falta de la última mano de barniz y la restitución de las piezas metálicas.
El resultado del trabajo no ha podido ser más espléndido. Nuestra amiga Yenai consigue un señalado triunfo, ¡y de paso nos provoca unas ganas febriles de visitar un desembalaje! Confiamos en hacerlo tan bien como ella, gracias a sus explicaciones