En la Fabriquilla lo que mas nos gusta es reciclar las cosas que ya no sirven o se van a tirar. Las puertas antiguas son una debilidad para nosotros. Son puertas que se han abierto todos los días y por las que han pasado muchas personas. Puertas que contarían muchas historias. Además, ¡se pueden hacer tantas cosas con ellas!, un espejo, una mesa, un espejo para el vestidor, una estantería… Nosotros las convertimos en marcos para unos secillos apliques en un comedor.
Lo primero que hicimos fué quitar el cristal y las miles de capas de pintura y barniz que tenían. Un trabajo bastante entretenido que conseguimos gracias a una decapadora, que es como un secador de pelo con aire muy caliente para reblandecer la pintura, ayudándonos con la espátula para levantarla. Después lijamos para quitar los restos y las pintamos de blanco. Volvimos a lijar, pero con más insistencia para darle el efecto envejecido y a la vez poder apreciar las vetas tan bonitas que aparecieron bajo todos los kilos de pintura.
Las bisagras y los herrajes de las puertas también los decapamos, les quitamos muchísima pintura y fué un poco mas laborioso, pero al final lo conseguimos. Dsepués los pintamos con pintura hierro en negro y cuando la pintura aún estaba seca, le echamos por encima canela para darle el aspecto oxidado.
Al final extendimos una ligera capa de cera para proteger los muebles por la madera y así le dimos un acabado mate mucho mas suave.
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