Para fabricar una mesa de jardín con azulejos recomendamos conseguir primero los azulejos, y a partir de ellos diseñar el bastidor. Los almacenes de materiales ofrecen un extenso catálogo de piezas cerámicas, y os invitamos a combinar baldosas de colores y tamaños diferentes. Nosotros hemos seleccionado azulejos de un estilo muy alegre y juvenil, conforme al gusto de nuestras lectoras.
Tras conseguir los azulejos, los presentamos en el suelo para determinar la forma y las medidas que daremos a nuestra mesa, sin olvidar incluir las juntas entre las piezas. Hemos comprado también una cenefa para añadir un marco, de un vivo color amarillo a juego con los azulejos.
Medida ya la tapa, encargamos en el almacén de hierros las piezas de 25 mm de anchura, que darán cabida al tablero de 15 mm, el cemento cola y los azulejos. Recordaremos añadir a la longitud de las pletinas el espesor de la chapa, dado que los azulejos irán dentro.
En un taller de carpintería metálica, cerca del almacén de hierros, pudimos encargar la soldadura de las patas y las escuadras, labor que realizaron sobre la marcha en poco rato. Con los materiales del armazón ya preparados, procedemos a unirlos con resina.
Antes de iniciar el montaje del marco con resina epoxi, limpiamos a conciencia las pletinas con disolvente. El buen tiempo nos permite realizar todas las tareas en el exterior.
Como bien sabemos, la eficacia de la resina epoxi requiere una perfecta homogeneidad en la mezcla de los dos componentes. Sólo así las reacciones químicas desembocarán en el durísimo fraguado propio de este adhesivo.
Conforme a las instrucciones del fabricante, vigilamos el proceso químico de fraguado para que la temperatura no baje de los 5º. Es un factor importante cuando se realiza un trabajo en el exterior, dado que el fraguado puede prolongarse más de 24 horas.
Pero la unión no dio resultado: una de las patas se despegó. La superficie útil de las pletinas puestas de canto era muy limitada. Para curarnos en salud, desmontamos las tres patas restantes (que sí estaban firmemente unidas) y encargamos la soldadura completa en el taller anterior.
Robustecemos el armazón poniendo cerca del extremo inferior unos travesaños del mismo grosor que las pletinas del marco. Los fijaremos con unos preciosos tornillos “a la antigua usanza”.
Hemos limado la sección cuadrada de los tornillos, de tal manera que puedan insertarse en los taladros pero ofreciendo la debida resistencia al giro, lo que permitirá apretar la tuerca.
Tras barnizar el tablero con barniz marino para protegerlo de la intemperie, lo colocamos en el armazón, y presentamos encima todas las piezas, sin olvidarnos de intercalar los separadores.
Nuestro cuidado en las mediciones permite que el trabajo avance sin contratiempos. Las piezas encajan en su soporte como un puzzle; resolveremos las esquinas de la mesa al final.
Una vez comprobado el encaje de los azulejos y la cenefa, iniciamos el trabajo de albañilería. Tras limpiar bien el tablero para quitar todo rastro de polvo y arenilla, extendemos una capa de cemento cola de unos 5 mm, que peinamos a continuación con la llana dentada.
Comenzamos la colocación de los azulejos desde una esquina. Hemos procurado extender una capa uniforme de cemento cola, de modo que será muy sencillo nivelar las piezas.
Para asentar las piezas nos ayudaremos con el martillo de goma, insistiendo hasta aplanar los surcos del cemento debajo del azulejo.
Terminada la colocación, dejamos que transcurra el secado conforme a los plazos estipulados por el fabricante. Al día siguiente proseguimos la tarea, rejuntando con cemento blanco.
A falta de la ortodoxa llana de goma, extendemos el cemento de rejuntado con una tapa de fiambrera, para que el producto llene bien las juntas.
Dejamos pasar un rato, que vendrá determinado por la temperatura ambiental, y limpiamos los azulejos con un estropajo de esparto humedecido.
Limpiamos bien la superficie con un paño húmedo, y damos por acabado el capítulo de albañilería en la fabricación de nuestra mesa.
Tras colocar cinta de carrocero para proteger las zonas que no se pintarán, damos una mano de minio a todas las partes metálicas, para protegerlas de la oxidación.
Para terminar, pintamos sobre el minio con un esmalte blanco y tanteamos varios adornos para las esquinas de la mesa. Escogemos cuatro flores de porcelana, que dan un elegante remate a nuestro diseño, y sólo falta llevar la mesa al jardín para que comience a prestar servicios.