En 1866, un artesano inglés de 20 años llamado John Brooks abrió un almacén de arreos y guarniciones para caballerías y carruajes. Al poco tiempo, sucedió algo que le cambiaría la vida: su caballo murió, y, como no podía entonces permitirse comprar otro, el joven guarnicionero alquiló una bicicleta para sus desplazamientos diarios entre la vivienda y el taller
El incidente resultó providencial: John Brooks descubrió entonces que los sillines de las bicicletas eran francamente incómodos, y decidió tomar cartas en el asunto, empleando el mismo cuero que utilizaba en sus artículos habituales.
Muy pronto consiguió lo que buscaba, y patentó el primer sillín Brooks, que tuvo un éxito arrollador: la bicicleta empezaba a ser un vehículo popular, como se reflejaría poco después en algunos relatos de Sherlock Holmes, y la mejora de Brooks le dio un impulso formidable.
La firma se hizo rápidamente conocida, y en pocos años había ampliado su catálogo con bolsas de cuero para bicicletas (después también para motos), y otros accesorios. Hoy sigue siendo una marca puntera en el sector industrial de la bicicleta.
Resulta un poco sorprendente que una firma comercial cumpla el siglo y medio de existencia fabricando artículos tan específicos, y sin duda el secreto está en la calidad excepcional de las materias primas y la excelencia en su manufactura.
Aunque, pensándolo bien, esa longevidad no es una rareza ni mucho menos en la industria inglesa
¿Conocíais los sillines de la marca Brooks?
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