Aprender a hacer arreglos en la fachada es necesario para evitar que la lluvia molesta nuestra casa. La zona habitualmente más castigada es la parte baja de los muros: además de recibir las salpicaduras de albardillas y tejados, los muros que dan al jardín arrancan de un suelo que puede haber permanecido mojado durante meses. Aun cuando llevan pintura transpirable, la capilaridad menoscaba su adherencia hasta desprenderla.
Antes de comenzar a hacerle arreglos en la fachada debemos reconocer que el problema existe porque se forman costras abombadas, que al golpear suenan a hueco. El deterioro aparece incluso en viviendas nuevas, y se debe a la deficiente impermeabilización; un factor muy barato preventivamente, que a posteriori resulta bien costoso. Sin embargo, un rasgo de la albañilería muy estimulante para los aficionados al bricolaje es lo parco y módico de las herramientas. Una paleta, un cubo y una llana, que costarán unos 40 euros, nos permiten realizar obras que un profesional presupuestaría en miles de euros.
Esta fachada presenta un aspecto engañosamente vetusto: aunque no lo parezca, la casa tiene menos de tres años. Sin embargo, la incorrecta protección en el cimiento de los muros ha causado en poco tiempo el desprendimiento de la pintura.
Nuestra labor comienza rascando con una espátula las costras de pintura y los depósitos de arena, que impedirían la adherencia del mortero. La pintura dañada cae fácilmente sólo con pasarle la herramienta. Si hay mortero viejo disgregado, lo quitaremos con el pico de la espátula.
A continuación picamos el muro para dar a la superficie un relieve desigual, que afirmará la nueva imprimación. Para esta labor, utilizaremos un martillo del tipo llamado maceta o machota, de 1 kilogramo por lo menos, y un punzón o un cincel de pala fina.
Para trabajar con el cincel nos pondremos guantes y gafas de seguridad, dado que pueden saltar peligrosas esquirlas. Esta fase tiene considerable importancia, porque nos permite conocer el estado del soporte. Si hay zonas disgregadas, las enfoscaremos con mortero normal.
Con un cepillo de raíz eliminamos los restos de arena y mortero dejados por el cincel, a la vez que retiramos las últimas capas de pintura suelta. Como podemos ver, el mortero estaba sano y hemos efectuado un picado somero, de unos 5 mm, suficiente para el nuevo enlucido.
Para hacer la mezcla, y más cuando se trata de un producto que no conocemos, conviene leer la ficha del producto. Así sabremos cuáles son las proporciones adecuadas, el tiempo de aplicación, y otros pormenores que garantizan un resultado correcto.
Según estipula la ficha del fabricante, añadimos agua al mortero y removemos bien, hasta que la mezcla adquiera la consistencia de una masilla. Conviene efectuar el trabajo en un sitio resguardado del viento, porque el polvo de cemento vuela con suma facilidad.
Siempre daremos el mortero desde abajo hacia arriba, en una fina capa, después de extender el pegote a lo largo de la llana, en su parte inferior. Una vez depositada la nueva capa, la alisaremos con el canto de la llana vacía, también desde abajo.
El manejo de la llana sólo puede aprenderse de una manera: practicando. Es conveniente ejercitarse antes en una zona secundaria, como el trastero. Dentro del jardín puede servirnos como banco de pruebas la parte del muro tapada por tuyas o arbustos.
Con la aplicación del mortero impermeabilizante hemos conseguido mejorar sustancialmente la fachada. Antes de que la capa haya secado por completo, quitaremos las irregularidades de la superficie, casi inevitables para un aficionado, pasando cuidadosamente una lija de taco.
Y por fin pintamos el muro. Antes barremos el suelo y lo cubrimos con hojas de periódico, sujetas con cinta de carrocero. De nuevo recordaremos que el viento no es buen aliado de los trabajos en exterior, y si hiciera falta esperaremos el momento propicio para alcanzar un resultado óptimo.