Casi antes de que muchos conocieran el significado de la palabra domótica, el mundo se llenó de referencias a las nuevas posibilidades que ofrecían los avances de las nuevas tecnologías aplicadas a la comodidad en el hogar. Cómo dedicar menos tiempo a realizar actos tan triviales, pero a la vez tan necesarios, como apagar el horno o subir una persiana, parece ser el fin último de esa gran desconocida que de un día para otro se ha introducido en nuestros hogares.
El neologismo domótica deriva de la unión de dos palabras: domus, que en latín significa casa, y robótica, ingeniería que se ocupa del uso de máquinas en tareas propias de humanos. Es decir, dentro del término se engloban todas aquellas tareas realizadas por máquinas que, gracias al desarrollo de la informática y la electrónica, se pueden introducir actualmente en el hogar de manera normalizada en pro de la comodidad del usuario.
La integración
En realidad, podemos hablar de domótica sólo desde que es posible controlar los aparatos a través de una misma vía, con el ordenador como principal protagonista del proceso. Por eso, los diferentes fabricantes de electrodomésticos se han esforzado en crear unos estándares abiertos, con un lenguaje tecnológico compatible, que haga posible interactuar con ellos de forma global. De ahí que se haga inconcebible hablar de domótica sin tener en cuenta el concepto de integración.
Ni qué decir tiene que el desarrollo de Internet y la telefonía móvil ha sido determinante para poder interactuar con los objetos de la casa de forma remota, desde el trabajo o en el coche.
Otra de las circunstancias que facilitó la accesibilidad del usuario al hogar digital fue la importante bajada de precios que hace algunos años experimentó el hardware electrónico; desde entonces, las tarifas de los productos domóticos que ofrecen las distintas empresas se han ido reduciendo de forma paulatina.
Al alcance de la mano
En la actualidad, adaptar al modelo de hogar digital a una casa nueva con electrodomésticos provistos de línea ADSL tendría un coste por encima de los 3.000 euros; si bien es posible adquirir paquetes independientes de confort, seguridad y ahorro energético, como los que ofrecen Telefónica e Intel, a partir de los 1.000 euros; y, por supuesto, kits electrónicos encaminados a cubrir necesidades determinadas, como los que ofrece Iberfutura.
Jordi Puente, de Iberfutura, empresa especializada en domótica, afirma que tras la expectación inicial generada hace dos o tres años, el sector ha alcanzado una estabilidad relativa. Sus clientes no cesan de hacer consultas telefónicas sobre los nuevos productos que sacan al mercado, pero el usuario también ha evolucionado y, gracias a una mayor y mejor información, comienza a interesarse por soluciones concretas que afectan problemas determinados.
"El teléfono arde recibiendo consultas. Tanto el profesional, que sabe perfectamente lo que necesita, hasta el aficionado a la electrónica, que persigue automatizar una aplicación doméstica, se interesan por los nuevos productos que lanzamos cada mes", añade.
Un hogar más cómodo
Pero, en definitiva, lo que al usuario le interesa es conocer las aplicaciones concretas, las ventajas reales. En la denominada 'casa del futuro', es posible, por ejemplo, que se enciendan las luces con sólo entrar en la habitación, sin necesidad de pulsar ningún interruptor o ver quién llama a la puerta de casa desde cualquier PC con conexión a Internet a través de minicámaras de seguridad.
También permite que el frigorífico realice un pedido telefónicamente cuando capta la ausencia de un producto; poner la lavadora, bajar las persianas, conectar las alarmas, programar el riego o encender la calefacción desde un móvil con WAP o una página Web, etcétera. En definitiva, la domótica, cada día más cercana, accesible y barata, ofrece un amplio abanico de ventajas que contribuyen a mejorar la calidad de vida en la vivienda.