Esta semana dimos un repaso a las tiendas de 2ª mano en busca de muebles para almacenaje (os contaré en breve por qué). Entramos en una de ellas y nos impactó este maravilloso baúl. Mientras Ismael cerraba el trato, yo lo abría, lo cerraba, lo miraba por todos los costados y evaluaba el tiempo de trabajo que le tendría que echar. Nos lo llevamos y me puse manos a la obra; empecé, como siempre, por una limpieza exhaustiva con jabón y un poco de amoniaco. Al igual que para algunos baúles, no he usado pintura sino que he hecho más bien un trabajo de limpieza y arreglos, para que no perdiera su esencia.
El exterior
Es el típico baúl de madera de pino con la tapa redonda. Fue pintado hace muchos años y seguramente expuesto en la intemperie porque tanto la pintura como los herrajes han sufrido bastante. Pero así es cómo me gusta porque de lo que se trata es de devolverle la salud sin que pierda su esencia. No quise por nada del mundo pintar encima del color existente ni tampoco encima de los herrajes. Lo limpié a fondo y le puse aceite de cáñamo para nutrirlo. Volví a ponerle unos clavos donde faltaban, retirar los que sobraban... En fin, un trabajo de los míos!
El interior
El interior tenía papel (claro, cómo siempre); a primera vista pensé que tenía 1 capa de papel pero a medida que iba raspando, me di cuenta que tenía 3 capas de papel!
Cuando por fin pude llegar a la fibra de la madera, me entró un alivio porque incluso mojando las capas, me costó retirar todo lo que tenía puesto. La madera estaba en perfecto estado, sólo tuve que rellenar unas fisuras con masilla. Apliqué una capa de nogalina y luego el aceite de cáñamo.
El baúl ha recuperado salud y no ha perdido nada de su esencia. ¿Qué os parece? Ya me diréis...
Esta es mi participación a los frugales de Marcela.
Anne
anne charriere