Tengo una pared (bueno en realidad son dos) que no tiene ningún tipo de aislante exterior, así que decidí ponerle un aislante térmico para evitar frío en invierno (principalmente). Barajé varias opciones para aislar una pared con suelo laminado con láminas de BricoDepot, que se cortan relativamente bien con tijeras gordas, eso si. Para la parte bonita al momento de aislar una pared con suelo laminado, yo escogí un producto nacional, que aunque no tiene los herrajes, me pareció mejor opción, económicamente hablando. El pladur lo descarté (siendo el más facilón de poner) porque luego hay que alisar, tapar juntas, pintar… y ya puestos, yo quería darle un cambio a esa pared. El friso lo descarté también porque, en primer lugar, tienes cuatro colores y poco más. Aparte de eso, el diseño y forma no me convencían demasiado, y para rematar, las piezas (260 cm) eran demasiado cortas y la colocación en horizontal, que era lo que yo quería hacer, no me gustaba nada.
La decisión final fue un suelo laminado de 130x13 con una sola lama por pieza.
Y ¡comenzamos!
Estas son las paredes a “tratar”.
Lo primero es quitar el rodapié, por ahí van las tuberías de calefacción. La ingeniera del proyecto, Lua, supervisa el comienzo de la obra.
Una vez quitados los mecanismos eléctricos afectados por la obra, lo primero que hay que hacer es poner los rastreles. En este caso listones de madera de pino de unos 3 cm de grosor (que es el grosor de los paneles aislantes).
Los rastreles hay que ponerlos perpendicularmente a como vayáis a poner luego el suelo laminado (o friso, si elegís esa opción). En mi caso, como el laminado iba a ir horizontal, los puse verticales. Un detalle importante es poner rastreles horizontales tanto arriba como abajo para sujetar las primeras piezas. Como podeis ver en las fotos, yo no lo hice en esa habitación y me costó bastante colocar las dos primeras filas de laminado. Aprendí la lección y en la segunda sí los puse.
Una vez colocados los rastreles, colocamos el aislante, dejando los huecos para la colocación de las cajas de los mecanismos. Aprovechamos la obra para reestructurar la instalación eléctrica y dejarla más funcional.
Una vez puesto el aislante, vamos con el laminado. En mi caso, como en la parte superior tenía moldura de escayola, empecé por arriba (por abajo resulta más cómodo, pero hay que experimentar ¿no?)
Esa primera línea es la más importante y hay que ponerla perfectamente nivelada porque este material no tiene ninguna holgura. Así que a tirar de nivel y, sobre todo, de paciencia. Como he comentado, lo que me costó bastante fue poner la segunda línea, porque la primera, al ir embutida debajo del friso no la pude sujetar bien, y al hacer la presión necesaria para encajar las piezas, se movían.
Pero conseguí superar el problema y avanzar a buen ritmo.
Detalle de la colocación de los mecanismos. Solo hay que juntar las piezas implicadas, marcar el hueco, separarlas y cortar. Si coincide en una pieza, más fácil aún.
La obra casi terminada, con los trastos por medio, por supuesto :).
Detalle de la sujeción de las piezas a los rastreles. Utilicé las grapas que se ponen para las láminas de friso. (la foto es de la otra pared que hice, donde utilice lana mineral como aislante. Pero resultó ser más engorroso que el material del brico)
Detalle de las “muescas” que hay que hacer en la parte de atrás de la pieza para que la grapa no moleste al colocarlas una con otra (encajan perfectamente, sin holguras). Puede parecer engorroso, pero cuando has hecho tres muescas, ya salen como rosquillas.
Las paredes terminadas. Le puse un aplique en la pared con la luz regulable y un pulsador de “pera” para el accionamiento.
Vista de conjunto. Me falta el esquinero (derecha) pero no podíamos terminar sin que se cumpliera alguna de las leyes de Murphy.
Espero que os haya gustado esta pequeña innovación en el uso de los materiales.