En el mercado podemos encontrar mezclas ya disueltas en los denominados tintes al agua, muy indicadas si el mueble que vamos a restaurar está fabricado en madera maciza, debido a su gran poder de penetración. Ahora bien, en maderas como el pino, donde hay mucha concentración de resina, o en materiales demasiado grasientos, los resultados no son muy homogéneos.
Existen, igualmente, tintes en polvo que se utilizan disueltos en algún tipo de líquido, como alcohol o agua. Algunos de estos tintes responden a nombres como la nogalina o las anilinas. Para potenciar la intensidad del color, solamente tendremos que añadir más cantidad de polvos. El secreto está en conseguir una mezcla muy disuelta y uniforme y esperar a que se seque adecuadamente antes de proceder a la capa de barniz.
Al disolvente y acrílicos
Los disolventes más famosos son el aguarrás y el alcohol, y son los ingredientes más importantes de la mayoría de los tintes al disolvente. Para su secado, tendremos que esperar menos que con los que tienen como base el agua, sobre todo con los que llevan alcohol pero precisan mucho cuidado en su aplicación por su componente abrasivo. Generalmente, su empleo suele recaer en manos profesionales.
Por su parte, los tintes acrílicos admiten mezclas; con agua, para reducir su intensidad o con otros acrílicos para obtener colores personalizados. Se recomienda un barnizado posterior para impermeabilizar la madera. Por último, decir que los tintes a la cera consiguen nutrir mucho a la madera. Estos tintes, llamados pátinas, permiten adicionar capas hasta lograr la tonalidad que más nos guste, pero los barnices de tipo sintético no son recomendables para un buen acabado; queda mejor una mano de preparados con aceite o una última capa de cara protectora.
Preparando la superficie
Hay que tener presente que las únicas maderas susceptibles de recibir directamente el tinte son aquellas que no han sido ni pintadas, ni tratadas con ningún tipo de cera o barniz. Si la madera ante la que nos encontramos cuenta ya con algunas capas de algún producto, será necesaria su retirada antes de la aplicación del tinte. Para recuperar una madera pintada y barnizada tendremos que considerar si el barniz está en buen estado o no. Si está dañado no queda otra solución que decapar, pero si luce bien podemos adquirir un barniz con color. En cuanto a las maderas a las que ha sido aplicada cera, podemos elegir una coloreada, como en el caso del barniz, o proceder a usar disolvente para llegar a la pintura.
Con un trapo empapado levemente con aguarrás prepararemos la superficie que vamos a tintar. Esta operación es necesaria para eliminar los pequeños salientes e imperfecciones que dejan los restos de los decapantes o el polvo acumulado en la madera. Para que los tintes sean absorbidos con más facilidad, procederemos a lijar la superficie con el fin de abrir el poro.
Un resultado excelente
Una vez que tengamos el tinte preparado en un recipiente, procederemos a aplicarlo, bien con una brocha, bien con una muñequilla de algodón. Los resultados que obtendremos dependerán mucho del instrumento que empleemos. Así, con la muñequilla, el acabado es más perfecto, pero requiere mucha paciencia y detalle. En cuanto a las brochas, se deberán emplear al menos dos diferentes, una para repartir el tinte y otra para los rincones difíciles.
Provistos de unos guantes de goma, comenzaremos a aplicar la tintura siguiendo la dirección de la veta de la madera. El número de capas de tinte dependerá de la intensidad de color que deseemos, pero es muy importante que las repartamos uniforme y lentamente para no empapar demasiado la madera ya que se corre el riesgo de deteriorarla.
El mueble de madera, una vez teñido, se colocará en una estancia bien ventilada para impedir que se concentre el olor. Para proteger la madera y conseguir que dure más tiempo, tendremos que barnizarlo o encerarlo.