Cuando una constructora edifica en un terreno, lo primero que hace es instalar una típica caseta modular para su oficina y nuestro lector Jandri ha tenido una interesante idea: poner en su jardín uno de esos módulos prefabricados como vestuario de la piscina. Con un buen acabado, la funcional caseta se convertirá en sofisticado bungalow.
Hay empresas especializadas que alquilan dichos habitáculos, y podemos comprarlos en buen estado a un precio razonable. Estas casetas incorporan un aseo y se climatizan fácilmente; además del vestuario, Jandri obtiene un confortable anexo para todo el año, donde las visitas podrán sentirse a gusto y tener independencia.
La caseta mide 6 x 2,30 metros, y Jandri decide montar dos unidas, tal como suelen hacer las promotoras para vender los pisos sobre el terreno. Los preparativos comienzan extendiendo en el suelo del jardín un contenedor de tierra y grava, transportado por un camión. Tras decidir el emplazamiento, Jandri aborda las zapatas que servirán para sustentar el vestuario, y también elevarlo unos 25 cm.
Nuestro lector fabrica unos ‘macetones’ de aglomerado para encofrar las zapatas de hormigón. Llevarán armadura de ferralla, y quedarán enterradas hasta la mitad, apoyando así en suelo firme. Los cubos tienen dos tamaños: los pequeños irán a las esquinas, y los grandes se destinan a la zona intermedia donde se unen ambas casetas.
El proceso de hormigonado. La idea de Jandri es elevar el módulo unos 30 cm en la parte de delantera, que por el perfil inclinado del terreno llegarían a 50 cm en la parte trasera. De esa forma podrá conectar las tuberías y desagües por debajo, a fin de ocultar las conducciones.
El nivel de burbuja, colocado en la regleta, permite que los apoyos del bungalow estén perfectamente nivelados. Observamos el mayor tamaño de las tres zapatas centrales, zona común de apoyo para ambos módulos.
Detalle de una zapata desencofrada, y el primer módulo depositado cuidadosamente por la grúa.
Llegada del segundo módulo. Según Jandri, estos elementos prefabricados son muy prácticos, y podemos conseguirlos de segunda mano en excelentes condiciones por el precio de un trastero de madera. La caseta es acristalada y tiene puerta central; los anuncios, explica Jandri, revelan que ha prestado servicios como oficina de ventas en una promoción inmobiliaria.
El operario dirige el descenso sobre las zapatas del nuevo módulo, para dejarlo perfectamente alineado y unido al primero. Jandri explica que el precio de las casetas modulares depende lógicamente del tiempo que lleven en servicio y de su estado de conservación. Una que se haya arrendado pocas veces estará seminueva y saldrá más cara; si ha sido alquilada muchas veces resultará más económica.
Una vez descargadas y asentadas, se procede a la unión mediante tornillos pasantes en el techo, que luego van tapados con un casquillo metálico. Las dos casetas de 6 x 2,31 m abarcan un total de 6 x 4,62 m, como ya se ha dicho. Una superficie muy válida para una habitación de huéspedes con baño incluido.
“Ahora ya sólo me queda ir acondicionándola y poner muchos detalles”, afirma Jandri con ilusión. Primero retirará la publicidad y colocará persianas venecianas rojas en las ventanas delanteras. Y con eso y poco más ya podrá servir de vestuario junto a la piscina. Poco a poco se irá convirtiendo en un refugio envidiable, porque, en palabras de nuestro lector, “teniendo un techo y cuatro paredes bien aislados y sin goteras, lo demás viene rodado”. ¡Felicidades, Jandri!