¿Os acordáis de la preciosa puerta de armario que ya adorna uno de nuestros dormitorios? La de hoy no es tan bonita, pero era perfecta por su tamaño para una de nuestras entradas. Y bueno, ya sabéis lo que una mano de pintura y algún que otro detalle pueden lograr... Desmontamos las bisagras...
..., las bonitas esquineras que soportan el espejo...
..., y pintamos directamente con pintura a la tiza en blanco roto. Para este trabajo la tiza sí resultaba perfecta, pues no teníamos intención de lijar y, sin imprimación previa, la pintura plástica no habría agarrado tan bien.
Teníamos esta moldura de resina que no usamos en otro trabajo. La pintamos de nuevo...
..., y lijamos envejeciendo con cera y betún.
Tras la pintura, decapamos la puerta con lija ligeramente. Limpiamos someramente los detalles metálicos, pues nos gusta el aspecto desgastado que presentan.
Las bisagras no volvieron a su sitio.
En la parte inferior colocamos el detalle de las flores
¡Y la llave! La puerta la llevaba puesta en la cerradura, y nos pareció tan bonita que tenía que formar parte del conjunto.
¿Os gusta el resultado?
Ésta es la pared del horror de la entrada de una de nosotras. No será que no hemos hecho cubrecontadores... ¡Pero éste es especialmente enorme!... Por encima, aparece otra tapa pequeña de no sabemos qué otro tema eléctrico. Y para completar el cuadro, el timbre... ¿¿Cómo se camufla TODO esto?? Menos mal que el espejo encaja en el hueco a la perfección. Y toda la familia está feliz de poder echarse un último vistazo al salir de casa.
Con él nos vamos a casa de Marcela Cavaglieri para presentarlo en su Finde Frugal. ¡Vamos que nos vamos!
¡Feliz fin de semana!