Preparar la capa base es sumamente necesario si que quiere pintar, barnizar o lacar una superficie. Esta sencilla labor a veces se descuida, pero el rato invertido compensa con creces: el esmalte tendrá buena adherencia, y además con una base idónea necesitaremos pocas manos para obtener un acabado perfecto.
Existen diversas clases de imprimación, según el material del soporte y las necesidades que se le destinen. Normalmente, la capa base es un producto líquido, que en algunos casos incluso puede servir de pintura definitiva aplicando una nueva mano. Los tipos más frecuentes son el tapaporos, la imprimación adherente o selladora y la pintura de minio.
Comprobación de la pintura antigua
Cuando pintemos sobre pintura antigua debemos analizarla cuidadosamente. Si ofrece un aspecto liso, homogéneo y firme, nos podrá servir como capa base. Es recomendable lijar antes toda la superficie con una lija de grano muy fino, superior al 150, limpiando después con un paño. Si encontramos debilidades en el esmalte, rascaremos con la espátula, aplicando después selladora.
Un material de excelentes prestaciones en el bricolaje es el tablero contrachapado. Su lisa superficie original puede invitarnos a descartar la preparación; pero, si lo hacemos, ya durante el proceso de pintado notaremos que la superficie se llena de asperezas a medida que las cubre el esmalte. Con la imprimación adherente previa, obtendremos un acabado perfecto.
Preparación en techos y paredes
El cemento, la escayola y el yeso laminado son superficies porosas y (sobre todo el cemento) de imperfecta homogeneidad. Ello se traduce en una superficie ‘sedienta’ y de absorciones desiguales, con resultados muy poco estéticos si pintamos directamente. Por esta razón, aplicaremos antes de la pintura una o dos capas de tapaporos.
