A muchos les interesa enormemente la talla en madera, y desean aprender las nociones básicas para practicarla. Respondiendo a su entusiasmo, hemos visitado el taller de un maestro, José María Segovia, que nos cuenta sus experiencias, nos enseña algunas de sus piezas recientes, y además brinda amablemente a nuestros lectores los consejos prácticos más valiosos.
Igual que muchos artesanos, José María Segovia aprendió sobre la talla desde la infancia viendo trabajar a su padre, de quien heredó la técnica y sobre todo la pasión por el oficio artesanal de la talla.
Pregunta: ¿Cómo aprendió usted el oficio?
Respuesta: Empecé en el mundo de la talla de niño en el taller de mi padre, que también fue ebanista y tallador. Cada tarde al salir de la escuela me metía allí para ayudar en casa, yo tendría unos 10 años y mis tareas eran lijar, enderezar clavos y puntillas... Pronto echaba también una mano en los juguetes cuando llegaban los Reyes Magos: carretas para los niños, mueblecitos de muñecas para las niñas. Entonces había pocas tiendas en los pueblos, y los carpinteros cogían muchos trabajos de todo tipo.
P: ?Cuándo empezó a verse como artesano serio?
R: !En la mili! Un comandante me preguntó si sabría hacer una caja de madera con adornos, la quería como regalo para su mujer. Le dije que sí, y empecé con el trabajo. Entonces se me ocurrió algo que había aprendido de mi padre: labrar en la tapa un medallón con la efigie del dueño. El comandante se quedó encantado con aquello. A los pocos días vino a verme muy apurado: su mujer me rogaba que hiciera otra, ahora con el retrato de ella. Antes de entregar la segunda caja me llovían las peticiones, y ya no paré en toda la mili. Me fue muy útil para no perder el tacto.
P: ?Había posibilidad de conseguir entonces maderas buenas?
R: Sí, maderas de calidad siempre ha habido. Incluso teníamos variedades que luego se han considerado exóticas: el abebay, el embero. Yo las trabajaba de niño.
P: ?Cuál es su madera preferida para tallar?
R: El nogal, me encanta. También roble, cedro y haya, pero sobre todo nogal.
P: Para su mujer sería una bendición tener a un maestro en casa
R: Algunos encargos me hizo, sí. El más trabajoso fue el ropero, entonces no había la costumbre de los armarios empotrados, y la ropa se guardaba en un mueble, normalmente muy grande. El que realicé para nuestra casa, además del trabajo de carpintería, estaba tallado por dentro y por fuera: las hojas de las puertas, los seis cajones… Llevaba encima un penacho de 1,60 metros, con eso puede imaginarse el tamaño.
P: Imagino que su padre estaba muy orgulloso
R: Oh no, siempre tenía un pero. Su frase era “Vale, vale, pero...”; jamás elogió una pieza mía. Y aquello, en vez de quitarme la ilusión, me obligaba a superarme. Como maestro era muy bueno, siempre me decía: “Fíjate en los árboles, aprende de los árboles”. Me hizo ver que en el mismo árbol todas las hojas son diferentes: una es más grande, otra está abarquillada, otra ha nacido con vuelta, otra es más fina… Esa enseñanza para mí fue esencial, te inculca la manera de evitar la monotonía, es la forma de conseguir que el trabajo tenga nervio y gracia. No hay mejor consejo para los que empiezan.
P: Todos en la carpintería le llaman Segovia, ?es por hábito de la mili?
R: No, eso viene porque de joven jugaba mucho al fútbol, era buen lateral. A los futbolistas se les conoce por el apellido, y con Segovia me he quedado. A veces me llaman por teléfono y algunos compañeros no saben quién es José María (risas).
P: ?Qué herramientas aconseja para iniciarse con la talla?
R: Vamos a ponerlas aquí en orden, para que las vean los lectores. Esto ya nos permite realizar infinidad de trabajos, con menos hice yo todas las piezas durante la mili.
P: Veo que algunas gubias son recicladas
R: En aquel tiempo no teníamos las facilidades de ahora, y el transporte dejaba mucho que desear. A veces un pedido tardaba meses desde la fábrica, de modo que mi padre hacía muchas gubias con otras herramientas. Sobre todo las limas; tienen un acero excelente para los formones, sólo hay que tener cuidado de que no se destemple al trabajarlo porque es tan duro que se puede partir. También se utilizaban imanes, esta gubia se hizo con un imán como éste.
P: ?Cómo se convierte una lima triangular en una gubia?
R: Sencillamente rebajándola con una piedra de afilar, hasta que le das la forma deseada.
P: Háblenos de sus dibujos preparatorios
R: Es otra enseñanza de mi padre. Igual que él, dibujo obsesivamente los trabajos que quiero hacer, a veces hago docenas y docenas de ensayos, tengo carpetas atiborradas. Y hasta que no me quedo contento con la idea no cojo la gubia. Con mucha frecuencia pierdo horas de sueño, enfrascado con los dibujos.
P: ?Qué trabajos recomendaría para empezar?
R: Cosas pequeñas, y en poca profundidad. Por ejemplo un sencillo remate para el marco de un cuadro, podemos trabajarlo incluso sin necesidad de maza, con la mano. Y deben utilizarse maderas duras, las blandas se trabajan mal. Mientras más dureza tenga la madera, mejor.
P: ?Los nudos de la madera ocasionan problemas?
R: No, eso no supone impedimento. Por ejemplo en esta puerta vemos que hay abundantes nudos, al ser de pino. Se trabajan igual, y cuando lijamos no queda rastro.
P: ?Cómo se lija un relieve tallado?
R: A mano, con un papel de lija fino. Es una labor también artesanal.
P: ?Con qué madera hizo este medallón?
R: Es de limonero, una madera muy dura y agradecida. Además simula bien el hueso, bastantes figuras de las iglesias que parecen hueso o marfil son tallas en limonero. El naranjo es también adecuado. Se pulimentan bien, algo fundamental. Una vez terminamos la pieza, aplicamos cera, y cuando ha secado damos lustre con un cepillo de zapatos, que sólo utilicemos para eso.
P: Abusaré de su amabilidad pidiendo otro consejo para los aprendices
R: Pues encantado, les contaré un truco para hacer dibujos simétricos. Una vez plasmada la mitad del dibujo en la madera, mojamos un folio con aceite, de esa forma se vuelve transparente. Lo ponemos sobre el dibujo, lo calcamos, y dándole la vuelta ya podemos copiar a la perfección la otra mitad.
P: ?De qué trabajo se siente más orgulloso?
R: De una catedral gótica en miniatura, y también de la puerta de entrada que labré para la casa de mis padres. Era muy grande, y el trabajo tuvo enorme complicación, y mucha variedad de formas. Mi padre, entonces con casi 90 años, me hizo entonces por fin el único comentario elogioso de toda su vida: “Eso no soy capaz de hacerlo yo”.
P: Se nota que tiene usted verdadera vocación
R: Eso nunca me faltará. Cuando termino aquí me llevo las gubias para seguir en casa, de noche. Si hago trabajos pequeños, por ejemplo las figuritas de la catedral, siempre llevo encima alguna herramienta y aprovecho cualquier momento: en la sala de espera del médico, en el tren, durante el rato para el almuerzo en la carpintería. Cada vez que voy al pueblo visito a un amigo zapatero, somos amigos desde niños. Y allí charlamos y nos contamos durante horas, cada uno trabajando en lo suyo, moviendo las manos, como yo digo. Tallar es lo que me ha gustado siempre.