Dado que es un mueble de batalla, como suele decirse, hemos decidido fortalecerlo con tubillones. De esta manera podremos 'baquetearlo' muchos años con la certeza de que su osamenta aguantará sin roturas ni achaques.
Aquí tenemos la pieza, bajo la atenta vigilancia de Coco. Vemos que es realmente sencilla: tres tablas de DM encoladas formando una U, reforzadas con un travesaño a baja altura.
Como siempre, un buen trabajo comienza por una medición exacta. Dado que el tablero superior sobrepasa un poco las patas, que es donde encajan los tubillones, llevamos el punto medio al tablero.
Embutimos la espiga en el agujero, no sin antes poner el mueble sobre una estera o alfombrilla para evitar que las patas se astillen con los recios golpes del martillo.
Para limitar la profundidad del taladro, ponemos a la broca este accesorio que una vez atornillado hará de tope. Ajustamos el alcance del agujero al tubillón que hemos decidido utilizar.
Para el ancho de nuestra banqueta, 30 centímetros, basta poner en cada lado tres espigas. Procuramos que el taladro sea perfectamente vertical.
Ponemos cola en los agujeros, suficiente para que llegue a rebosar cuando metamos la espiga, pero sin pasarnos, porque entonces la inserción sería bastante trabajosa.
Presentamos la espiga o tubillón, para decidir el calibre adecuado conforme al grosor del tablero. Hay que utilizar el máximo tamaño que podamos sin debilitar el tablero en esa zona. En este caso, los del número 8.
Retiramos el sobrante de cola con un paño húmedo, y ya sólo falta “talar” las espigas con un formón, y lijar la superficie. Eso lo veremos en otro reportaje.
Ya hemos terminado los tres agujeros, y como puede verse tienen perfecta limpidez. Además de una sujeción firme, con ello también conseguimos un buen acabado, algo importante porque esa parte quedará a la vista.