Así podría haber empezado esta historia si hubiera sido contada en otra época. Del momento actual solo dista la forma de expresarlo:
Mi amigo Pedro, Maestre de los Caballeros Custodios de Calatrava La Vieja, tenía un baúl cuya madera podía haber sido usada perfectamente para una noche de barbacoa con amigos. Sabedor del valor que tiene algo antiguo por muy destrozado que esté, no dudó en pedir a su madre que se lo cediese, que él iba a darle buen uso. Y así fue, se le pasó por la cabeza que yo podía hacer de algo inútil, algo útil. Esta es la pequeña historia del baúl de Pedro. Como he escrito en anteriores publicaciones, todo objeto tiene su historia, una historia que no tiene que tener un final.
Así fue su presentación:
Como bien puede apreciarse en la imagen, todo el fondo estaba roto. Era imposible darle uso en su estado.
Antes era muy típico forrar los baúles con papel de pared. Aquí se ve que hay partes que tienen hasta un doble papel, de lunares encima de las flores. El resto del baúl estaba en perfectas condiciones. La parte metálica lleva un dibujo en relieve que no había visto jamás, ¡qué delicia!
Maderas en perfectas condiciones y resto de chapa en negro, en alguna partes algo de óxido que le da el mejor toque del mundo, los años y años que habrá pasado guardando mantas, sábanas o alguna pieza de ropa.
El primer paso fue retirar toda la madera dañada de la parte del fondo. Había que darle una base para seguir trabajando. La imagen muestra la parte del fondo sin restos de la madera rota que tenía anteriormente.
Una vez que ya no tenía restos, se colocó un fondo a medida y se cerró la chapa de nuevo. Ya podíamos ponernos a trabajar con él.
Siguiente paso, tapizado. Retiramos los papeles que había sueltos y colocamos la espuma. Grapa por aquí, grapa por allá… Aquí entró en combate la tapicera del reino, Eva, que realizó un trabajo brillante.
Tapizamos todo con una tela color beige. Las tachuelas y cruces vinieron de la mano de Pedro. Le dan el toque Calatravo al tapizado.
La tapa no tenía sujeción de ningún tipo y con un par de tachuelas más, quedó sujeta. Por último, colocamos unas ruedas porque este tipo de baúles pesan… lo que nadie sabe.
Como he comentado al principio, no hemos tocado el baúl por la parte de fuera. Ha sido en todo momento por dentro para que su dueño pueda usarlo como cobijo de sus espadas.
Ha sido mi primer encargo y tenía doble importancia porque Pedro además, es mi amigo.
Hasta aquí la historia de “El Caballero y su Baúl”.
Nos vemos pronto…