La tarea consiste en unir por el centro dos listones de longitud apropiada, mediante un ensamble a media madera. Los listones deberán tener el grosor necesario para dar firme sujeción al vástago, que irá embutido en un agujero central. Debemos hacer el taladro perfectamente vertical, ya que la menor desviación será penosamente delatada por el mástil.
Escogemos dos cortes sobrantes de sapelli que andaban rodando por el taller. Trabajar ensambles requiere buena sujeción, de modo que afirmamos el primer al banco de trabajo con dos mordazas. Una vez marcada la línea central con el gramil, hacemos cortes paralelos con la sierra.
Y ya podemos eliminar fácilmente las pequeñas láminas con el formón.
Ahora debemos aplanar perfectamente la base en la que apoyará el segundo listón, para conseguir una perfecta unión, y además que las cuatro patas de la cruceta apoyen bien. Comenzamos la tarea con la imprescindible escofina.
La anchura del hueco nos permite emplear el Surform, una práctica herramienta de lijado que analizamos en otro reportaje.
Volvemos a repasar el hueco con la escofina, para terminar con una lija de grano fino.
El primer cajeado para el ensamble está ya listo.
Tras efectuar el mismo rebaje con el segundo listón, aplicamos cola de carpintero y damos presión con una mordaza, cuidando de poner mártires para no dañar la cruceta.
Cuando la cola ha secado, hacemos el agujero central con una broca de pala del mismo grosor que el mástil, y embellecemos la madera con aceite de linaza. Como puede observarse, hemos utilizado una de las pequeñas láminas de la propia madera para sellar bien el ensamble.
Y ya sólo queda encajar el mástil para que nuestra bonita cruceta empiece a desempeñar sus funciones. Hemos comprobado que una pieza estructural puede ser también decorativa.