Cuando tenía 14 años, el joven Frank entró de aprendiz en una carpintería, como era habitual entonces para ejercer el oficio de la madera. Pero en este caso había un detalle infrecuente: el maestro carpintero era el padre del mozo. Aquello sucedió en su Hungría natal.
"Pagué el precio más alto por mi enseñanza", relata el protagonista. "Desde que aprendí carpintería, ya no tuve padre, tenía un maestro".
Quizás nos sorprenda que aquella circunstancia fuera singular. Pero en los países europeos con abundancia de bosques, la carpintería es una profesión solicitada, y muchos jóvenes la eligen aunque no haya tradición en la familia. No es una ocupación hereditaria por fuerza, ni mucho menos.
En Hungría, para conseguir el título de Maestro Carpintero había que trabajar tres años en tres talleres diferentes.
Tiempo después, en los años 60, Frank y su mujer huyeron de las turbulencias políticas del país y emigraron a Estados Unidos, llevando por todo patrimonio tres maletas que no contenían herramienta alguna.
El voluntarioso ebanista tuvo que empezar desde cero en un país extraño.
Algo que no nos sorprende, ya que estamos ante un verdadero artista de la madera
En este vídeo le vemos dando una lección magistral en la Conferencia Woodworking In America, que comentamos la semana pasada. Frank Klausz es una autoridad en los ensambles, tarea capital que domina a la perfección.
Nuestro admirado protagonista es un amante de la enseñanza, y organiza continuamente talleres prácticos a los que asisten profesionales y aficionados que llegan desde muy lejos para aprender con el famoso ebanista.
¡Lo que yo daría por ese privilegio!
Foto de Klausz: Al Parrish
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