Hoy os traigo una nueva trastada.
Os explico… Comprarse una casa es una ruina total (consejo: no lo hagáis nunca ). Tú dices: Aquí voy a poner esto, para esta zona voy a hacer lo otro…, vamos, que te montas una película en la cabeza que te imaginas viviendo en una de esas casas que reforman en tres semanas en Divinity; pero no, lamento deciros que no es así.
Yo tenía la cocina de mis sueños en mi cabeza, con su encimera de cuarzo, su vitrocerámica, su campana extractora, sus armarios nuevos… ¡Y no!
Mi padre me dijo que un amigo suyo iba a reformar su cocina y que se quería deshacer de la antigua, así que… si quería tener armarios, no me quedaba otra. El problema era que su cocina no era de isla, sino que iba anclada a la pared; pero para mí, sin un duro, eso no era ningún problema, ¡creedme!
Y después de darle vueltas, de tablas de madera de pino, de paciencia y de mucha ayuda de Antonio, aquí os dejo con el resultado final… ¡todavía sin terminar porque falta el zócalo!
Esto va para largo…
¡Mañana os enseño cómo quedaron los armarios!