Me he acordado de una peregrinación surrealista que me tocó en esta época, hace un año, y os la quería comentar en parte para preveniros y en parte para desahogarme a pesar del tiempo transcurrido
Alguien me pidió un salvamanteles como el que vimos en este reportaje. Le dije que era un trabajo sencillo y se lo haría en un momento, ya que sólo necesitaba un azulejo, el resto lo tenía en el taller.
¡Ingenuo de mí! No sabía la que me esperaba
Esa misma tarde (era viernes) salí a comprarlo, aprovechando que tenía la 'bricolista' de materiales y utensilios bastante crecida.
Fui a un polígono industrial, donde normalmente hay empresas de azulejos y baldosas con exposición y venta al público, en tiendas muy espaciosas y bien decoradas.
Entré en la primera que vi. Como había mucha gente me entretuve en elegir varios modelos; confiaba en poder comprar piezas sueltas, aunque no fueran exactamente los modelos escogidos.
Para mi sorpresa, cuando por fin me atendieron me enteré de que allí no tenían existencias, había que encargar los azulejos y esperar una semana (es decir, posiblemente 10 días).
¡Vaya un almacén extraño!, pensé. Naturalmente, di las buenas tardes y me fui a otro.
No quiero ni acordarme. En todos los almacenes que visité me dijeron lo mismo: no tenían ni un mísero cartuchito de azulejos, ¡¡había que encargarlos y esperar!!
Convencido de que podría localizar el dichoso azulejo a bote pronto sin tener que esperar una semana, fueron pasando los días, casi como en el drama, y azulejo no tenía.
Triste desenlace: mi amiga, aburrida de la espera, al final compró un salvamantel en una tienda, quedé fatal con ella.
De modo que si en algún rincón del trastero tenéis un lote de azulejos sobrantes... ¡¡guardadlos como oro en paño!! No vayáis a descubrir como yo lo arduo que es conseguirlos, tan humildes como parecen