El progresivo deterioro de nuestro planeta y el agotamiento de las fuentes de energía convencionales procedentes, sobre todo, de los combustibles fósiles, han contribuido al desarrollo de otras energías más limpias, las llamadas renovables, que se fundamentan en su capacidad ilimitada de respuesta y en el escaso impacto medioambiental que provocan. Un ejemplo en auge es la masa biológica o biomasa, un sistema que se sostiene en el aprovechamiento de determinados residuos naturales para producir una energía más natural.
Con el nombre de biomasa (abreviatura de masa biológica) se designa a la materia viva que ha producido un determinado organismo en la naturaleza. Sin embargo, hoy ese término se traslada al combustible que se obtiene a partir de esa materia viva. Por ejemplo, los residuos madereros, los huesos de aceituna o las cáscaras pueden constituir excelentes fuentes de biomasa.
Aunque su uso estaba restringido a energía para las mismas industrias que generan estos residuos naturales, este recurso se está convirtiendo cada vez más en una fuente nada desdeñable de calor para los hogares. Mientras que en España la calefacción de biomasa está aún en pañales, en otros países europeos como Alemania y Austria, lleva ya años funcionando.
Un futuro muy beneficioso
No es casualidad que la biomasa se considere una energía verde. Es un combustible limpio que produce dióxido de carbono al arder, el mismo compuesto que absorben las distintas materias orgánicas durante su crecimiento en la naturaleza. Un consumo sostenible garantizaría una emisión limitada a la atmósfera que cerraría el ciclo natural sin agresiones al ecosistema. Además, es totalmente renovable, siempre y cuando se produzca a unos niveles de consumo estables.
Hoy, muchas zonas en desarrollo (Brasil, China) utilizan con frecuencia la biomasa procedente de desperdicios agrícolas, madera y estiércol para hacer funcionar su industria. Sin embargo, los intereses económicos relacionados con el petróleo impiden que se avance lo suficiente en el desarrollo de esta fuente energética.
Cómo se usa
La mayor parte de los elementos que se utilizan como biomasa no son idóneos para sustituir a los combustibles de siempre, por lo que se requiere una transformación previa. Existen diferentes métodos de transformación y, como resultado, diversos productos para calderas, todos ellos con la ventaja de que apenas producen cenizas, tienen escaso contenido en azufre y no forman escorias al arder.
Gracias a la combustión de la biomasa, cualquier hogar puede proveerse de la calefacción y agua caliente sanitaria que necesita, con el beneficio que esto supone para el medio ambiente (aunque también produce electricidad, no sólo calor). Como inconveniente destaca la inversión previa necesaria, considerablemente más elevada que otro tipo de combustibles; sin embargo, la amortización a largo plazo es relevante, así como las subvenciones estatales por el uso de energías renovables.
Las calderas de biomasa ya son una realidad y se pueden adquirir e instalar en España. La única diferencia es que sustituyen los combustibles fósiles contaminantes por otros más inocuos como cáscaras de frutos secos, poda triturada de árboles y huesos de aceituna. Un ejemplo de ello es el primer hotel sostenible de España, situado en Tarragona, que funciona gracias a una instalación mixta de energía solar y biomasa.