El otro día os hablaba de las segundas oportunidades que pueden tener nuestros muebles, hace unos días lo puse en práctica y ahora voy a mostraros el resultado.
Este año también tengo el propósito de adecentar la casa familiar que, como os podéis imaginar, está plagada de muebles viejos, muebles con encanto, piezas más o menos recuperables y estancias necesitadas de un nuevo estilo y una nueva luz.
Recuerdo esta siila del recibidor desde que tengo memoria. Era una silla más bien para “hacer bonito“, te podías sentar en ella pero la verdad es que no daba mucha sensación de seguridad. Aún así ha resistido con bastante dignidad el paso del tiempo.
Estaba pintada en un tono vainilla y tenía un poco deterioradas las patas y el respaldo.
Lo primero que hice fue lijar toda la silla y luego quité el tapizado del asiento. Para mi sorpresa me encontré con otro tapizado y otro más, y otro… así hasta llegar a cinco.
Pero aún mayor fue la sorpresa cuando descubrí que bajo tanta capa de tapizado había una bonita rejilla que estaba en perfecto estado.
Aunque también había muchos pequeños agujeros después de quitar las innumerables puntillas que sujetaban el tapizado, así que volví a lijar, apliqué masilla y repetí el lijado una vez se hubo secado.
El siguiente paso consistió en aplicar una capa de imprimación, volviendo a lijar una vez se secó.
Posteriormente le di una capa de esmalte acrílico y resalté las zonas redondeadas con esmalte plata.
Y con estos sencillos pasos hemos conseguido un clásico renovado, la silla que no ha perdido su encanto, tiene cierto aire shabby chic y un toque de modernidad. ¿Qué os ha parecido esta segunda oportunidad?
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