La entrada de hoy es una prueba de que todas las ideas no son buenas, o cómo a veces haces cosas que no te gustan y repites, y repites, y repites, hasta que das con ello.
En nuestro afán de recuperar objetos fuera de uso, nos empeñamos en transformar dos cajas de vino que nos dio un amigo, conocedoras de las múltiples posibilidades que ofrecen (cajones, estantes, estanterías...).
Y ahí empezó el calvario: pintamos, envejecimos con betún de judea, forramos el interior con papel, pusimos ruedas...
... Y la convertimos en un estante móvil.
Pero no nos convenció. Estaréis de acuerdo, ¿no? y más aún después de ver la foto :(
Así que sobre las 6 de la tarde, y pensando que ya era hora de colgar alguna novedad, lo decidimos: cogimos los retales de tela que nos sobraron de otros tuneos y los pegamos con cola diluida en agua. Tal cual: sin planificar, a lo loco, sobre la marcha. Vamos, como somos nosotras.
Por lo menos ya tenemos dónde meter los ovillos de lana y de paso, alegrar la vista con tanto colorido.
Gracias por seguir ahí, buenas noches y ¡hasta mañana!