Las tarimas flotantes son una buena opción para cuando necesitamos cambiar el suelo, pues es de muy fácil instalación, ya que no van ni pegadas, ni clavadas. Así, las diferentes tablas se pueden unir entre sí con un sistema de clic, o pueden ir encoladas por las ranuras
Por su parte, la tarima se puede instalar sobre el suelo ya preexistente aunque, en este caso, contaremos con el inconveniente del desnivel con otras zonas de la casa, como la cocina o el baño. Además, bajo la tarima flotante debemos instalar una capa aislante.
De este modo, podemos hablar de dos tipos fundamentales de las tarimas flotantes:
1 Las tarimas flotantes de madera: Están compuestas por una base, dos capas de madera más económica y una capa exterior, que suele ser de una madera noble. Así, el grosor de esta tarima oscila entre los 12 y los 16mm, aunque el de la capa exterior no puede ser menor a 2,5mm
Entre las ventajas de este tipo de tarima se encuentra que puede ser acuchillada y barnizada, dando un aspecto similar a la del parquet, pero siendo mucho más fácil de mantener y limpiar.
2 Las tarimas flotantes sintéticas. También es un material multicapa pero, en este caso, la capa exterior no es madera, sino un compuesto sintético que puede imitar madera, cerámica, ladrillo.. Su grosor oscila entre los 6 y los 12 mm.
Así, este tipo de tarima se clasifica en cinco categorías que miden la resistencia a la abrasión, las manchas y la humedad, y que son otorgadas en función del número de veces que una rueda de papel de lija puede rozar el suelo sin que se pierda el dibujo. Estas categorías van desde la AC-1 hasta la AC-5, siendo las AC-3 y AC-4 las más habituales en los hogares.
¿Cuál habéis elegido vosotros?
Fuente: Reformasymas. Imagen: Andres Valero