Lo principal es jugar con elementos permanentes intemporales, como una cama de tamaño grande y un buen armario. Luego adaptarla a las necesidades. Dependiendo de cuando hagamos la habitación, tendremos que tener en cuenta que hay que poner una mesa de estudio, a poder ser un poco gruesa para poder estudiar cómodamente. Si por el momento no es necesario, podemos dejar el espacio para colocarla cuando sea necesaria.
En cuanto a las tonalidades de los muebles fijos es importante que sean neutros, así será más difícil que no nos cansamos de ellos y puedan durar más tiempo sin que parezcan demasiado infantiles para un adolescente, ni que pasen de moda. El color blanco siempre es un clásico que funciona, pero también podemos optar por tonalidades en gris claro, o beige, así como con acabados de madera natural. Siempre hay que tener en cuenta que los dormitorios es mejor que tiendan a colores claros, ya que serán más alegres y luminosos.
Una vez elegidos los muebles, que es lo más complicado de cambiar, toca escoger los colores de la pared. Si hemos elegido los muebles neutros, tenemos mucha libertad a la hora de elegir el color de la pared, así como los complementos de decoración. Por costumbre, a los niños se les asocia el azul, podemos optar por un azul cielo, un azul marino, un azul ultramar, o incluso un azul grisáceo; pero si queremos romper con ese color, un buen recurso es jugar con tonos beige, combinados con rojos, tonos grises, o blancos, etc. Una buena idea es colocar algún papel pintado o vinilo, por lo que es un elemento que no es fijo, pero que puede dar un aire divertido en la habitación.
Una vez tenemos todo esto hecho, hay que elegir los complementos, elementos que dejen volar la imaginación y se puedan ir cambiando a medida que los niños crecen. Cojines con formas y colores divertidos, cajas , cortinas, una pizarra, cuadros, lámparas, etc.