¿Cuantas veces nos ha pasado pasar 20 veces delante de un mueble de nuestra casa y decir: "ya no me gusta. ¿Pero cómo me pudo gustar esto en su día? Pero claro, ¿cómo lo cambio?, porque tampoco es plan de tirarlo..." Pues a mí me pasó con un espejo que compramos hace muchos años (color wengué), que llegó a horrorizarme cada vez que pasaba al lado estos últimos años... Es un espejo con pie, ideal para poner en una habitación amplia o en un pasillo. El espejo está bien, al fin y al cabo, da su función pero el color del marco me amargaba desde años hasta que llegó el día en que decidí ponerle remedio porque por fin: me había llegado la inspiración...
Pensé en pintarlo, claro, pero el marco era tan simple, con esquinas demasiados lineales... No transmitiría nada, incluso pintado, le faltaba mi toque personal! Así que me las ingenié para colocar unas tablas de palets encima, encolarlas e unirlas entre sí con unas pletinas envejecidas. Retiré las bisagras que sostenían el pie ya que al final, siempre había estado apoyado contra la pared y el pie no me servía.
El marco no se iba a ver pero sí los bordes interiores así que le di una mano de imprimación y luego apliqué betún con un trapo (muy muy poco) para conseguir un tono madera clara. A las tablas, les di una capa de nogalina. No era realmente importante porque iba a pintarlas pero había que tener un color de fondo más o menos igualado.
Para la pintura, ya sabéis que me gusta pintar con todas! Pero en este caso, quería conseguir una textura espesa por lo que utilicé un surtido de pintura de tiza: una de la Pajarita y la otra de la marca Americana Chalky. Aquí os dejo con el paso a paso; ya me diréis... Mientras tanto, me voy a pasar por los frugales de Marcela.
Anne
anne charriere