Intentaremos devolver el esplendor perdido al especiero antiguo a un accesorio tan humilde como encantador. Como primera medida, tras rociarlo con insecticida lo ponemos en cuarentena, es decir, lo metemos durante un mes en una bolsa de plástico bien cerrada, de esa forma lo desinfectaremos por completo. Trascurridas varias semanas, abordamos la tarea.
En el especiero antiguo como podemos comprobar, a pesar del lamentable aspecto los daños son superficiales. La estructura en conjunto se mantiene sólida, salvo el cajoncillo desbaratado.
Al lijar objetos menudos reduciremos la escala de la abrasión, por ello escogemos lana de acero del cero triple, tan fina que se emplea para lustrar.
Antes de lijar el frente del armarito, hacemos una cata de limpieza en partes menos visibles.
Poco a poco retiramos la suciedad sin que el fino vellón arañe la madera.
Vamos a fortalecer la estructura desmontando piezas que estaban endebles para volver a fijarlas. Utilizaremos cola de carpintero y resina epoxídica.
La caja del especiero no presenta ataques de xilófagos. Rascamos con un cuchillo las aristas interiores y lijamos bien por dentro.
Para sellar los agujeros de carcoma, aplicamos el reparador y lo alisamos con una tarjeta de plástico. Una vez seco, volvemos a lijar.
Como acabado, probamos la cera artesanal, y nos decidimos por el aceite de linaza sueco.
Este aceite de linaza se obtiene mediante prensado en frío, y protege mejor la madera. Repetimos la aplicación pasadas 24 horas, y ya tenemos el especiero listo para adornar nuestra cocina. Sólo falta labrar el pomo de un cajoncillo, ¡y encontrar el rótulo del comino que se ha escondido en el taller!