Como mucha/os de vosotra/os yo también soy una gran devoradora de libros. Desde pequeña me gusta muchísimo leer y tuve además la suerte de contar con una biblioteca muy bien surtida en casa de mis padres (mi padre era profesor de literatura, así es que los libros eran el pan nuestro de cada día). Leía prácticamente de todo, novelas, biografías, guías de viaje, libros de arte ...ahora soy más selectiva, entre otras cosas porque no tengo tanto tiempo y cuando saco un ratino para leer quiero que sea un libro muy apetecible.
Cuando me casé, GPadre y yo nos volvimos un poco locos comprando libros, nos apetecía tener los libros que ya habíamos leído, los que publicaban los autores que nos gustaban, los que tenían buena crítica, libros científicos (GPadre es biólogo y además de los libros propios de su trabajo le gusta leer toda clase de libros que tengan que ver con la biología, incluso en plan divulgativo). Llenamos las estanterías del salón, las del estudio, pusimos una estantería en nuestro dormitorio... en fin, la cosa acabó por desbordarnos, claro, pero fuimos muy felices llenando la casa con nuestra afición favorita (y común).
Actualmente hemos cambiado la estrategia: él utiliza el e-book y yo los saco de la biblioteca pública, que la tengo al lado del trabajo y me gusta más leer en papel.
El caso es que después de unos años empecé a seleccionar lo que he dado en llamar "mis incunables" (aunque el término no es muy exacto, pero a mí me encanta jaja). Son libros, la mayoría muy viejitos, que me han acompañado durante buena parte de mi vida, que me han removido sentimientos, que he leído una y otra vez sin cansarme. Y para ellos es el trabajo de restauración que os voy a enseñar hoy.
Se trata de una panera de madera que me encontré... uhmmm ¡¡en un contenedor!! y ya van... xD. Justo al lado, afortunadamente, yo creo que la habían colocado allí pensando que igual a alguien le podía interesar. Y sí, a alguien le interesó jaja.
No es antigua, así es que con una
La pintura color pizarra es un resto de otro trabajo, con dos manos han sido suficiente. La madera la teñí con el tinte color roble americano de Bricolage Galileo 40 de Madrid, una tienda que tengo muchas ganas de conocer.
Las letras están impresas en papel y recortadas con un cúter en un separador de plástico. ¡¡A mano!!. ¡Con infinita paciencia y dejándome las pestañas!. Pero el resultado ha merecido la pena, me encanta cómo han quedado después de estarcirlas con una pintura blanca; pensé corregir lo que no saliese bien con pincel, porque la plantilla tenía algunos fallos, pero la voy a dejar así, me gusta el efecto que producen las letras que no están perfectas.
Y por último os dejo una selección de mis incunables, no están todos porque no caben en el nuevo librero, miraré bien junto a todos los contenedores a ver si encuentro otra panera para los que faltan xD.
Viento del este, viento del oeste de Pearl S.Buck. Una historia de amor extraña para nuestro pensamiento occidental. Lo leí muchas veces, la protagonista tenía rasgos que me encantaban y me horrorizaban al mismo tiempo. ¡¡No sé yo qué dirían las feministas del asunto!!.
El Miajón de los Castúos de Luis Chamizo. Haciendo patria.
Genoveva de Brabante de J.C Schimd, llanto incontrolable por las desgracias sin fin de la pobre Genoveva.
Misterio de los anónimos de Enid Blyton. Mientras mi madre nos ponía para comer lentejas y acelgas rehogadas, los niños de Enid Blyton comían sandwiches de jamón dulce, pastel de carne, bollitos de miel, budin de ciruelas... ¡¡qué madres tan enrolladas!!.
La isla del tesoro de R.L. Stevenson, el pasaje que más me gustaba era el primero, el de la posada del almirante Benbow, que a nadie le importase la suciedad que había allí dentro para mí era un misterio.
Las Maravillas del Universo, un libro de cromos que teníamos casi lleno mi hermana y yo y que repasábamos continuamente.
Obras incompletas de Gloria Fuertes. Me fascinaban esos versos sin rima, aunque la verdad es que he tardado años en entenderlos.
Charlas con Troylo de Antonio Gala. Durante mucho tiempo lo único que leía del periódico eran las Charlas con Troylo de EL PAIS Semanal. Así es que cuando murió Troylo ¡¡ayy, lo que lloré!!, lo sentí como si el perrino fuera mío y me compré el libro para que "permaneciese" conmigo para siempre.
Ésta es mi selección. Cuéntame, si te apetece, cuáles son tus incunables y dime si te ha gustado el librero que he preparado para ellos.
Besos.