Una mesa de comedor debe cumplir dos exigencias: valor decorativo y construcción bien sólida. En efecto, una mesa utilizada a diario por varias personas sufre continuos vaivenes, y, con los brazos de palanca de las patas, supone una tremenda carga en las uniones. Este trabajo de la artista nos permite conocer los entresijos de un sólido y eficaz armazón, con el interesante añadido del accesorio para hacer la tapa extensible.
Hace unos diez años me encontré estas viejas patas de mesa de roble con sus correspondientes largueros. Eran las patas de una mesa cuadrada, bastante dañada. Tienen quemaduras, grietas, nudos sueltos, mellas, pero como a mí esto no me asusta, y me parecieron bonitas y de buena madera, las recogí. Desde entonces vengo dándole vueltas al asunto, y proyectando una mesa para mi comedor. Pero como a mí me gusta complicarme la vida, quiero que además sea extensible. Tela marinera para mí, que ando un poco cortita en cuanto a ebanistería se refiere?
En este tiempo he hecho acopio de los materiales y he definido más o menos el diseño, pero no he tenido tiempo de llevar el proyecto a cabo. Finalmente, me decidí; y como no tengo ni espacio ni medios para poder hacerlo, me apunté a unas clases de carpintería y muebles, donde además recibiría apoyo el técnico de un profesor.
El corte a inglete fue laborioso, porque, cuando ya estaba hecho el marco, vieron que la sierra tenía la hoja desviada, y salían torcidos. La artista tuvo que acabarlos a mano. Luego hicieron rebajes por arriba y por debajo, para un cristal y un tablero de refuerzo respectivamente.
Como vemos, la fase de diseño alumbró numerosos y detallados croquis de la mesa. ¡Qué agradable sabor a buena carpintería tienen estos planos!
"Hicimos las alas extensibles encolando dos tableros de 10 mm, chapeados en roble natural por la cara vista. Para recubrir los cantos utilizamos listones de roble de 10 mm, cortados a inglete y encolados". En esta fase, el curso terminó, y nuestra amiga tuvo que proseguir ella sola, y sin los medios que había en el taller.
Colocamos la tapa en el suelo, y hemos ido colocando las piezas en su sitio, con la mesa invertida para ver su situación exacta. Enrasando las alas con los cantos de la tapa, y situándolas cada una en un extremo, hay una zona central que queda en vacío. Después de colocar y centrar las patas, pusimos una tabla transversal de refuerzo.
Con una broca de pala de 20 mm hicimos los agujeros para las espigas que irán sujetas a la tapa por su parte inferior, y que encajarán en la tabla central de las patas.
Siguiendo con el mecanismo para la apertura de las alas, lo siguiente que hice fue abrir unos huecos en los largueros para las barras deslizantes, que sujetarán las alas de la mesa al extenderlas.
Corte cuatro listones de haya de 5 x 2.2 cm; elegí esta madera porque es muy dura y con el poro muy cerrado, lo que la hace muy resistente para soportar durante años la continua fricción por las sucesivas aperturas y cierres de la mesa.
Las barras de extensión van atornilladas y pegadas a las alas, dos en cada una. Y las guías de ambos extremos se cruzarán en el medio, sin llegar a rozarse.
"La verdad es que soy una incomprendida. Mi marido no logra entender por qué me empeño en hacer yo la mesa cuando las venden en IKEA muy bonitas y baratas; más baratas de lo que me cuesta a mí el material para hacerla". Así hablaba nuestra amiga al comenzar el trabajo, hace meses. ¡Seguro que ahora su marido está muy orgulloso de la artista!
¡Y llegó la hora de la verdad! ¿Funcionará...?
"Vamos sacando una de las alas de debajo de la mesa?¡¡Y parece que funcionar, funciona!! Aquí vemos la mesa totalmente abierta, tenemos ahora una mesa de 2,25 metros. ¡Qué emoción, lo he conseguido!"
¡Muchas felicidades, artista!