En un reportaje anterior vimos cómo reforzar las uniones con maderas mediante espigas o tubillones. Este 'injerto' clásico es muy aceptable en muebles rústicos, pero también la carpintería con maderas nobles lo tolera e incluso puede convertirlo en un ornamento. Basta para ello utilizar una espiga de buena madera, en un color ostensiblemente más claro o más oscuro que la tabla.
Una vez seco el adhesivo, debemos dejar el tubillón perfectamente a ras de superficie, ya porque quede visto visto como adorno, ya porque vayamos a pintar el mueble. Para enrasar las espigas suele utilizarse un serrucho especial de hoja flexible, pero si no lo tienes puedes hacerlo con un formón, como te explicamos en este reportaje. ¡Es muy sencillo!
He aquí el resultado típico de rematar las espigas deprisa y corriendo, algo que siempre debemos evitar en carpintería. Ante semejante fallo, los antiguos maestros no seguían viendo trabajos del aprendiz: ¡suspenso!
Vamos a intentar hacerlo mejor. Aquí tenemos nuestra banqueta, reforzada con espigas o tubillones. Ya la cola ha secado y los refuerzos cumplen su función, sólo falta dejarlos a ras.
La herramienta que vamos a utilizar para “talar” este pequeño tronco es el formón. Debemos procurar que el corte sea horizontal, sin hundirse en la espiga, y como sabemos ello se consigue sencillamente poniendo el bisel tal como se aprecia.
Para evitar que se astille la pieza quedando como vimos en la primera fotografía, hay un secreto en carpintería: trabajar “despacio y con buena letra”. En vez de segar el tubillón en todo el diámetro de una vez, iremos cortando en redondo, con cuidado.
Basta girar la herramienta conservando el ángulo de inclinación, y el bisel hará todo el trabajo.
De esa forma trabajamos la parte exterior de la espiga hasta desprenderla, sin causarle roturas a lo largo.
El secreto es quitarle a la espiga una imaginaria corteza. De esa forma queda sólo un pequeño pivote central, que ya podemos cortar sin riesgo de astillar el borde.
La primera fase, la más peliaguda, ha terminado con éxito. La espiga ha quedado intacta al nivel de la superficie y sólo falta alisar esa pequeña protuberancia.
Ahora trabajamos con el formón de manera todavía más cuidadosa. La firmeza de la espiga encolada ayuda a que podamos sacar esas finísimas “lonchas” de madera.
Repasamos con la lija de caño estrecho, cuidadosamente para no rayar la mesa. Una vez seamos capaces de hacerlo en un modesto tablero de DM, podremos ascender de nivel y realizarlo en madera de buena calidad.
Después de repasar con la lija de taco, así queda nuestra espiga. Y aguardamos confiados la inspección del ceñudo maestro carpintero, con la esperanza de que aprobará nuestra labor.