La cera artesanal no posee recetas fijas. Cada restaurador tiene la suya propia, con las proporciones a su gusto, variando incluso las cantidades de los ingredientes según el tipo de mueble al que aplicará la pátina. En determinados casos convendrá añadir a la mezcla unas gotas de betún de Judea, para dar a la madera un brillo más oscuro.
He aquí los ingredientes de la llamada pátina de anticuario: cera artesanal o cera de abejas (la de color amarillo), parafina (el bloque de color blanco) y cera carnauba en escamas. Estos productos pueden encontrarse en droguerías especializadas y tiendas de Bellas Artes.
Para determinar las cantidades de cada producto nos ayudaremos con un peso de cocina. En esta primera mezcla experimental pondremos una parte de cera de abeja, 1/3 de cera carnauba y otro tanto de parafina.
Para la preparación al baño María hemos escogido un recipiente con gran superficie lateral, al objeto de que el calor llegue preferiblemente por la pared de la vasija.
A la temperatura de unos 20º C la cera de abeja es bastante dura y conviene cortarla con un cuchillo de sierra. La misma tabla de sapelli nos servirá al final para probar la pátina.
Para que el calor del agua llegue a las paredes del recipiente sin que se recaliente el fondo, hemos diseñado un soporte. Cortando los alambres por el centro, haremos un agujero del diámetro adecuado para mantener la vasija suspendida a la altura idónea.
Ponemos el fuego a media potencia para que el agua hierva sin alboroto. Hemos colocado el pequeño bloque de cera de abeja, y en seguida vertemos la cera carnauba en escamas.
La cera ya ha comenzado a derretirse por la parte inferior, en contacto con el metal. La vasija, recordemos, está suspendida por la malla sin tocar el fondo del cazo.
Ahora añadimos la parafina, componente que determina la dureza que tendrá la pátina. Ponemos aproximadamente la misma cantidad que de cera carnauba. Nuevamente empleamos el cuchillo de dientes de sierra para cortar el bloque.
Si queremos una cera más cremosa, que se pueda extender con facilidad, reduciremos la cantidad de parafina, hasta una quinta parte por ejemplo en relación con la carnauba y la cera de abeja.
La fusión avanza a buen ritmo, y los ingredientes se mezclan perfectamente impulsados por la convección térmica, sin necesidad de remover la vasija.
La elaboración se hace en un rato, una vez que el agua está hirviendo las ceras de la vasija tardan poco en fundirse.
Cortada en pedazos y bañada por la caliente cera líquida, la parafina se disuelve rápidamente.
Finalmente, obtenemos el líquido homogéneo, resultante de la mezcla. Un dato merece reseñarse: la elaboración apenas desprende un olor muy leve y agradable durante todo el proceso.
El disolvente que utilizaremos será la esencia de trementina, nombre del aguarrás puro. Lo manejaremos lejos de la llama, que todavía está encendida, poniéndonos guantes de vinilo y gafas de seguridad, en previsión de alguna salpicadura.
Vertemos con cuidado la cera en el recipiente de plástico sobre la esencia de trementina, que hemos medido para que haya, finalmente, dos tercios de aguarrás puro. Para evitar algún indeseado percance en la encimera de granito, hemos colocado un periódico.
Rápidamente removemos un poco el precipitado, sin olvidar que en esa fase la mezcla está muy caliente y es altamente inflamable. Conviene realizar esta operación bien lejos de los quemadores, y apagar el fuego antes de sacar del cazo el recipiente con la cera.
La tentativa ha sido un éxito. La cera fragua rápidamente, y en pocas horas podremos aplicarla sobre un listón de madera, verificando así su consistencia y calidad. En sucesivas elaboraciones modificaremos las proporciones hasta conseguir un acabado satisfactorio.