Casi con la mirada nos entendimos y la cogimos "en volandas" y ¡para casa!.
Al día siguiente mi marido se puso a encolarla. Quedó perfecta. Y, ahora, qué hacemos con ella, pensamos. ¡Nos la quedamos! en nuestro dormitorio podría ir bien.
Pero... no nos gustaba, le faltaba chispa y, al no saber de quien era, nos daba un poco de "repelús".
Decidimos cambiarle el tapizado y, ya que estábamos...., la pintaríamos.
Una pasada de lija, una mano de imprimación blanca y dos de pintura también blanca, una tela gris y, para darle vidilla, una pasamanería roja....
¡Quedará preciosa en nuestro dormitorio! (que enseñaré en mi próxima entrada)
¡FELIZ SEMANA!