Esta historia comienza en Murano hace ya varios siglos, cuando empezaron a fabricarse los llamados vidrios de placa clara. Fueron los artistas venecianos los que perfeccionaron estos vidrios realizando modificaciones a la amalgama de estaño-mercurio, agregando oro y bronce en proporciones especiales para embellecer las imágenes reflectadas.
Tan celosamente se guardaban estas fórmulas que a los maestros vidrieros no se les permitía abandonar la isla, aunque muchos de ellos lograron escapar a Francia donde revelaron sus secretos a cambio de grandes sumas de dinero. Hay documentos que hablan incluso de cómo estos maestros acabaron sus días envenenados por su traición.
Eran piezas de tal calidad y tan costosas que solo eran accesibles a la realeza.
Nuestros espejos venecianos llegaron bastante deteriorados, uno de ellos con la estructura de madera del copete partido, con muchas de sus rosetas embellecedoras rotas o perdidas y bastante opacos y sucios. Veremos en primer lugar el primer espejo con luna central ovalada, y a continuación el segundo.
Es necesario desmontar cada pieza y numerar en qué posición se encuentra para su posterior montaje. De no hacerlo, al estar realizados a mano, un milímetro de diferencia en una composición tan compacta puede darnos mucha guerra.
Preparamos una cubeta de agua tibia con una mezcla ácida muy suave para sumergir las piezas. En la imagen superior vemos el cambio espectacular de las rosetas embellecedoras y las placas de espejo una vez limpias y secas.
Al ir retirando las placas de cristal tallado nos damos cuenta del estado del armazón o “alma” del espejo. No solo por la suciedad acumulada, sino por falta de fijación en copetes, restos de papel y cartones colocados en las uniones para calzar las piezas.
Al ir retirando las piezas por niveles podemos acceder a la suciedad del armazón que retiramos con un cepillo suave y aspiradora de mano. Los restos más adheridos tanto al armazón como a las placas de espejo los humedecemos y desprendemos con bisturí hasta dejar la superficie completamente limpia.
En la cara interna de los espejos también es necesario eliminar todos los restos de papel y suciedad. A medida que vamos desmontando niveles vamos repitiendo la misma operación. Cada tornillo de roseta sujeta una pequeña pieza de espejo en forma floral en segundo nivel, que a su vez sujeta un tercer nivel de placas grabadas.
Cuando acabamos de preparar la superficie libre de espejos de cada nivel, comprobamos el anclaje del copete de madera al armazón principal y aseguramos si fuera necesario con tornillos mejor que con clavos.
Para evitar que se vean los tornillos en el lateral, avellanamos las cabezas y cubrimos con resina para dejarlas ocultas y poder entonar sobre ella del mismo color que toda la estructura.
En la foto superior vemos la rotura del armazón de madera del copete inferior (1). Por suerte encaja perfectamente, por lo que solo hay que limpiar las uniones y encolar con la ayuda de una “C” verticalmente y otro gato horizontalmente para asegurar el plano (2). Por último avellanamos la cabeza del tornillo que hemos introducido para asegurar la sujeción y cubrimos con resina los orificios (3).a Finalmente entonamos con acuarela del mismo tono.
Colocamos los espejos limpios y atornillamos al armazón ya bien anclado.
En la imagen superior vemos el copete superior del primer espejo terminado. Sin duda lo que más luce es el grabado de las placas y las rosetas, ahora relucientes comparado con el estado inicial que vemos en la imagen inferior.
Nuestro segundo espejo de planta octogonal es algo más pequeño que el anterior y con una decoración más sencilla. Procedemos exactamente igual que en el caso anterior numerando cada nivel y cada roseta que retiramos. Comprobamos en el desmontaje que ya ha sido restaurado, porque algunas de las piezas sustituidas no son originales.
Encontramos trozos de papel entre el armazón y las placas de espejo labradas, cosa que no apareció en el espejo anterior. Procedemos a retirar estos restos con una limpieza mecánica.
Lo mismo ocurre en el copete superior, también hay restos de papel en todas las uniones. Sin embargo a diferencia del anterior su estructura es firme y no hay ningún elemento suelto. Hemos procedido al desmontaje por niveles de dentro afuera, siendo la parte interna la de nivel más bajo y la externa la más elevada. En la imagen superior derecha vemos cómo hemos encolado los listones perimetrales con la ayuda de gatos que acolchamos con trozos de caucho para nivelar.
En varias zonas el perímetro vemos que falta un pequeño borde de madera que contiene el nivel más exterior del marco. Procedemos a reintegrar con una resina de dos componentes que una vez endurecida retallaremos hasta igualar con el nivel del resto del marco.
Una vez montado Saray se encarga de entonar cromáticamente con acuarela todo el perímetro visto del marco para igualar las reintegraciones nuevas. Finalmente protegemos con un poco de cera y pulimos. Esto lo hacemos también en el marco anterior cuando avellanamos aquel tornillo que sujetaba la pieza volada inferior, ¿recordais?
Hemos tenido que buscar por cielo y tierra las rosetas que faltaban, un total de nueve, que afortunadamente hemos podido encontrar practicamente iguales.
Aquí os dejamos algunas fotos finales de estas dos joyas acabadas. Muchas gracias por acompañarnos en cada post. Como siempre, Ana, Saray y yo estaremos encantadas de leer vuestras aportaciones.
Al verlos brillar nos cuesta creer que algo tan hermoso fuera la causa de tantas intrigas y envidias en el pasado. Será como decía Borges que los espejos absoren los reflejos de las personas que se miran en él y los guarda de una manera monstruosa cuando dice…
Hoy, al cabo de tantos y perplejos años de errar bajo la varia luna,
me pregunto qué azar de la fortuna hizo que yo temiera los espejos.
Hasta muy pronto amigos, nos vemos en otra apasionante historia.
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