Dicho y hecho. Lo siguiente fue untar bien cada pieza con decapante... Aquí tenemos que desahogarnos; ¡cuánto lo odiamos! No sabemos la de capas que tuvimos que darle, y cuanto rasca que te rasca con la espátula. Y mira que cada vez que terminamos de usarlo en algún trabajo decimos... ¡nunca más! Pero volvemos a tropezar una y otra vez con la misma piedra...
Aunque el resultado compensa, ¿no creéis? Mirad qué derechita y qué limpita. ¡Da gloria verla!
Sus manitas de pintura en blanco roto...,
... y cera para terminar. ¡De patito feo a cisne!
Teniendo en cuenta que, tanto la podemos colgar como apoyar, y que aún no sabemos cual será su destino definitivo, hemos optado por decorarla con un coqueto juego de café.
Y con ella nos vamos a visitar a Marcela y sus findes frugales para compartir ideas e inspiración.
¡Feliz fin de semana!