Me gusta comprobar todos los días que Internet pone a nuestro alcance un gran tesoro de técnicas antiguas y procedimientos artesanales. Oficios y secretos que parecían condenados al olvido quedan a salvo de la extinción en este gran almacén de los ordenadores.
No es exactamente el caso de la cola de conejo, un adhesivo cuyo origen se pierde en la prehistoria. Las tumbas de los faraones egipcios albergan enseres que se fabricaron usando cola de conejo. Y lo más interesante, amigos, es que este adhesivo tiene hoy día plena vigencia. De hecho, todos los luthieres lo manejan a diario cuando construyen instrumentos de la familia de los violines.
¡Una circunstancia bien llamativa, porque hoy tenemos colas alifáticas de inmejorables cualidades para las uniones en madera!
Hay un motivo para que los constructores de violines prefieran la cola de conejo: a pesar de su enorme fuerza de adherencia, se reblandece aunque haya pasado años mediante el calor o la humedad.
Y dado que los violines requieren de año en año algunos ajustes, se montan con ese adhesivo: llegado el momento, se aplica un chorro de aire caliente, y se desprende la tapa armónica, permitiendo hacer la puesta a punto. Después vuelve a encolarse, y hasta la próxima.
En la imagen podéis ver cómo es la cola de conejo 'en crudo': unos cristalitos de agradable color ambarino, que deben ponerse en remojo antes de fundirlos al baño María. El proceso completo se explica paso a paso en este reportaje
Para nosotros, que somos simples aficionados, la cola de conejo nos brinda el aliciente de una elaboración artesanal, con todo el encanto de la carpintería antigua. Además aprenderemos a manejar un adhesivo que es el más adecuado en muchos trabajos de restauración.
Y, por supuesto, cuando llegue el momento de lanzarnos a construir un violín... habremos hecho los deberes.
¡Nos vemos en el foro!
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